Opinión

De su misma medicina

Francisco Pi Margall llegó a Madrid en 1847 desde su Barcelona natal en la que se había doctorado en Derecho y Filosofía y Letras, y comenzó una carrera política que le llevó primero al Congreso y, más tarde a la presidencia de la nación en momentos muy delicados. Ex seminarista por obligación más que por vocación y profesor de escolares mentecatos a los que daba clases particulares para costearse la Universidad, comenzó a escribir en los periódicos críticas de teatro y en sus ratos libres de hombre ensimismado en la noble tarea intelectual, incluso pensó en redactar una gran enciclopedia sobre las tierras de España de la que solo pudo finalizar una primera entrega dedicada a su amada Cataluña natal.
Pi era un socialista moderado, un republicano feroz y un político utópico de ideas generosas y compromisos férreos. Por eso, cuando se posicionó como declarado republicano federalista en unas cortes monárquicas, se implicó de tal manera en su ideario que no vivió para otra cosa que para la consecución de la meta que se había trazado. En 1873, y tras la abdicación del rey Amadeo, Pi se convirtió primero en ministro de Gobernación y, tras la renuncia de Estanislao Figueras, en presidente de la República. Duró en el cargo un mes y unos días pues la revolución cantonalista le obligó a dimitir. Eran los “cartageneros” hijos de su propio ideario, federalistas extremos que se alzaron en diferentes ciudades y pueblos de España y que le obligaban a determinar una acción gubernamental muy dura para sofocarlos. Devastado por ello y desengañado de su propia filosofía política prefirió marcharse a casa.
El diario “El País” proclama ayer que Podemos y sus elementos más radicales han boicoteado la presencia de Felipe González y Juan Luis Cebrián en la Universidad sin reflexionar que ambos han remedado con escrupulosa fidelidad el problema de Pi Margall y sus cantonalistas sublevados. El diario minimizó e incluso aplaudió los acosos sufridos por Rosa Díez y muchos diputados populares a los que la infantería de Podemos sometió a trato semejante. Hoy, la criatura que el diario contribuyó a formar acosa y derriba a sus dos figuras emblemáticas, dosis insoportable de su propia medicina. Felipe y Juan Luis  han sido salvajemente devorados por los hijos que auspiciaron. Eso pasa.

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