Opinión

Más sabe el diablo por viejo

José María Aznar ha reaparecido en sede parlamentaria para desencuadernar literalmente a dos diputados en una comparecencia que los diarios de todos los colores han decantado de la banda del ex presidente, a pesar de la poca simpatía que su figura despierta. Aznar –al que se le han agudizado con la edad ciertos inquietantes rasgos mefistofélicos en el mirar y en el decir- se sometió al tiroteo de diputados de la oposición más agresiva, y los retazos vistos de esta sesión y los comentarios de quienes fueron testigos de ella corroboran que se merendó por las patas a sujetos tan pretendidamente feroces como Gabriel Rufián y Pablo Iglesias, aunque esos mismos analistas más ponderados coinciden en afirmar que el factor del desequilibrio no es estrictamente la brillantez de Aznar sino su poderosa experiencia. Y sobre todo y como agente demoledor, la debilidad de sus contrincantes a los que es muy posible que se haya supervalorado convirtiendo a dos individuos muy mediocres en ejemplos de la dialéctica, abundando en ese afán tan extendido de suponer mayores virtudes de las que realmente tienen a determinados individuos a los que se convierte en estrellas por causas que nunca acaban de manifestarse claramente. Lo malo que tenemos los españoles es que, del mismo modo que encumbramos a cualquiera incluso con carácter injustificado, lo dejamos caer a plomo para que se haga añicos al llegar al suelo.
Gabriel Rufián no engaña a nadie y la gente sabe en general de que palo canta, así que le deja tirar por ese camino hasta convertirse en un espécimen folclórico inocuo por muchas barbaridades que le salgan por la boca. Es un malote permitido, que salpica el debate parlamentario de sal gorda y justifica la pluralidad de la Cámara. Pablo Iglesias sin embargo no se ha convertido todavía en anécdota, pero va  por buen camino para volverse teleñeco en un plazo relativamente corto de tiempo. Es un parlamentario cada vez más soso y más incompetente, hasta el punto de ser devorado por un ex como Aznar que le ha sacado los colores con cuatro pinceladas de su pasado y un par de ironías. Basta tocar suavemente en su pelaje bolivariano y en Irak para desestabilizarlo por completo. Más sabe el diablo por viejo que por diablo…
 

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