Opinión

Una mañana en el museo

El museo del Prado es un  hecho deslumbrante y único por si mismo. Es seguro que otros museos del mundo ofrecen una muestra más extensa y es cierto que existen también otros que poseen mayor número de obras de ciertos pinceles muy determinados, pero ninguno como el Prado para comunicar tanta belleza, tanta variedad y tanta apasionada reunión de paletas  que componen lo más grande y hermoso de la Historia del Arte. La grandeza de la pintura vista y sentida en vivo, enfrentándose  el espectador desnudo de prejuicios y  ávido de gozo ante telas incomparables, transmite sentimientos que no pueden ni deben siquiera expresarse con palabras. Basta sentarse en un banco y dejarse llevar por lo que uno está viendo. Confieso que ayer por la mañana  disfruté padeciendo porque padecí disfrutando media docena de profundos tránsitos de los que no es fácil recuperarse. El museo ha ganado incorporando a sus fondos lo mejor del siglo XIX y los principios del XX. Hacía tiempo que no me las veía cara a cara con uno de los cuadros que más me ha impresionado en mi vida, “Fusilamiento del general Torrijos y sus compañeros en las playas de Málaga” del artista valenciano Antonio Gisbert. Aún no estoy en mí. Aún no me salen las palabras. En la historia de la pintura universal solo conozco una tela que pueda comparársele. Es el cuadro del maestro Goya quien pintó con el corazón y el alma  el asesinato de los patriotas en la montaña del Príncipe Pío la noche del 2 al 3 de mayo de 1808. Esa prueba de fuego para los sentidos más hondos, esa terapia incomparable para la sanidad del alma hay que compartirlas eso sí con un enjambres de japoneses insaciables cargados de artilugios  de última generación que trotan tras un guía tan veloz e imperturbable como su manada que descubre las esquinas y contraluces más secretos del alma goyesca y apela a discretos signos y visajes para que el público pueda acercarse a un escenario tan poderoso, sombrío y eterno como el que plantea el genio de Fuendetodos. Como lo dice en japonés no estoy en condiciones de concluir si este señor que corre haciendo gestos extremos de cuadro en cuadro ha acertado.
Yo sí que he cantado pleno y yo sí que me siento a estas horas de la tarde mucho mejor de lo que me sentía esta mañana. Gracias a una visita al museo del Prado.

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