Opinión

Los referentes sociales

Se advierte que la sociedad española en los albores del siglo XXI está carente de referentes morales y huérfana de talentos. Ese es el motivo supongo, que permite a verdaderos botarates usurpar los puestos que la propia sociedad debería tener destinados a los verdaderos inspiradores de la cultura, el saber, la influencia, el ejemplo y la ética política y de la otra. Solo así pueden producirse situaciones tan sorprendentes como contemplar en horario de máxima audiencia a Paz Padilla conduciendo un largo y apasionado debate sobre las relaciones internas de la Familia Real en cuyo transcurso, los invitados -que son todos de parecido pelaje- se permiten emitir juicios de valor no solo sobre el comportamiento de los integrantes del clan coronado sino sobre la conveniencia de una Monarquía o una República, dichos con  la más solemne ignorancia de circunstancias históricas y bajo influencia de un completo desconocimiento de hechos pretéritos por bandera. Y aún hay más. Un entrenador de fútbol se ha convertido en adalid de la causa independentista catalana desde el banquillo de un club inglés en el que se sienta con un lazo amarillo en la solapa pontificando desde esa dudosa tribuna y exigiendo desde su provechosa posición determinadas respuestas al gobierno español. El sujeto se llama Guardiola y su único bagaje para encarnar ese papel de conductor de anhelos es la de haber ido destacando en el sector del fútbol e ir aprendiendo idiomas a medida que ha podido dar rienda suelta a su carácter viajero. Ha jugado en Italia y ha aprendido italiano, ha entrenado en Alemania y ha aprendido alemán y ahora entrena en Inglaterra y sabe inglés, además de español y catalán por motivos de inequívoca procedencia. Claro que el líder máximo del movimiento es un personaje de un nivel parejo llamado Puigdemont al que la mediocridad reinante le permite disfrutar de una popularidad a la que en otras circunstancias jamás se podría haber hecho acreedor y ni por asomo merece.
Es doloroso reflexionar sin embargo sobre este escenario patrio relleno de inconsecuentes y dominado por criaturas sin la menor talla ni el más mínimo mérito a las que un condescendiente entorno social capaz de reducir del todo su nivel de exigencia ha otorgado carta blanca para representar a todos los demás y hacer valer sus opiniones por encima del resto. Y esto ocurre en el país de Machado, de Clara Campoamor, de Ortega, de Concepción Arenal, del padre Feijoo, de Menéndez Pidal, de Unamuno, de Ganivet, de Goya, de Velázquez o de Santa Teresa, lo cual es aún más doloroso, por cierto. Si cualquiera de estos hombres y mujeres ejemplares estuviera vivo, esto no pasaría, pero es que ni en eso tenemos suerte.

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