Opinión

Los malvados periodistas

Dice la Historia que de pequeños detalles están llenos los grandes momentos del género humano y no hay más que asomarse a sus páginas para comprobar la certeza de tal afirmación. A Al Capone no fueron capaces de echarle el guante todos los federales que se aplicaron a su persecución ni fue capaz de frenar su carrera delictiva el mismísimo departamento de Justicia. Quien acabó con la carrera del pandillero más famoso fue un agente adscrito al departamento del Tesoro y el cargo por el que lo encerraron de por vida fue el de fraude fiscal. Lo que son las cosas, el factor que ha dado jaque mate a Puigdemont ha sido un cúmulo de deslices y el talento de dos reporteros que, aburridos en un mitin secesionista escenificado en Lovaina, se fijaron en que a Tony Comín le sonaba la chicharra de su teléfono móvil cada dos por tres, arrimaron la cámara a su hombro y se encontraron con el más demoledor de los argumentos expresado en contra del proceso secesionista que imaginarse pueda. Como antaño ocurrió con la foto de la bandera en Iwo Jima o con la de las partes pudendas de Butragueño, los autores no se dieron cuenta de la trascendencia de estos mensajes hasta que llegaron al hotel, se sentaron tranquilamente, y  desgranaron fotograma a fotograma lo filmado. Comprendieron que estaban en posesión de la bomba y así se le comunicaron a su jefa Ana Rosa, que montó un programa cuya primicia ha salido en primera hasta en el “Washington Post”. 
No es la primera vez que un acierto de nuestro oficio desnuda a un político y el ejemplo más universal está en el mencionado periódico que en 1972 y con las firmas de dos de sus jóvenes redactores –Robert Woodward de la sección de sucesos y Carl Bernstein de información local-  terminaron forzando la dimisión de Richard Nixon, presentado por sus demoledoras informaciones como un redomado mentiroso. Y  es tan bueno, tan sano y tan terapéutico que así siga siendo que los chicos de Tele 5 han redimido nuestra profesión como contrapeso al vergonzoso servilismo exhibido por los medios de comunicación de Cataluña que con mayor o menor intensidad se han entregado abiertos de piernas a los designios de la política y los políticos independentistas. Ver TV3 y sus explicaciones al respecto.
Total, que la estrategia institucional ha ido cercando al palomo pero lo que ha acabado con él ha sido la bendita curiosidad de dos reporteros de los que llevan el instinto y el compromiso en el ADN. Luis Navarro, Fernando Hernández, buen trabajo chicos.

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