Opinión

Los hijos de Talleyrad

Si bien tengo ciertas dificultades para entender a un pueblo que ha hecho de un sicópata asesino, visionario e impotente como Maximilien Robespierre uno de sus héroes nacionales, acepto esa contribución tantas veces repetida de Francia a la estabilidad de Europa a pesar, ya digo, de ciertos extremos de su carácter que, más que respeto, me dan miedo como la propia letra de su himno nacional cuyas palabras estremecen incluso a los propios interpretes salvo en el fútbol. Los franceses son capaces de lo más grande y lo más pequeño –Lavoisier,  Pasteur, o bien Landru y Gilles de Rais-, pero es verdad que los personajes que ha ido sembrando en el mundo del debate y el pensamiento de todas las épocas otorgan a este pueblo incierto un peso específico muy consistente en las tareas del pensamiento, la diplomacia y la alta política. Monseñor Talleyrand es el ejemplo más fiable de esa capacidad innata para manejar como nadie los asuntos de Estado. Con Napoleón ya preso llegó al congreso de Viena como víctima y salió como triunfador. Fue el hombre clave en el Directorio en la Revolución, en el Imperio, y en la Monarquía. Era cojo de nacimiento sacerdote casado, inteligente e irresistible. Un sujeto en definitiva, al que todos los franceses metidos en los escenarios políticos quieren parecerse aunque sospecho que ninguno lo ha logrado todavía ni por asomo.
Vamos a tener dentro en nada o ya tenemos, un ejemplar de buena materia. Masón, liberal, jacobino, con aromas de gauche divine y perfil incierto como Manuel Valls que ya ha aceptado la compleja misión de apear a Ada Colau de la alcaldía de Barcelona y que no viene a otra cosa que a ganar el partido porque si no se quedaría en su casa. De apariencia, Valls de quien está más carca es del disperso  e intuitivo comisario Jean Baptiste Adamsberg creado por Fred Vargas, enjuto, bajito y orejón como él, aunque su trayectoria política cuajada de vas y de vienes se aproxima a la intelectualidad dubitativa y existencialista de Diderot. Es mucho más fiable que esa generación anterior de socialistas franceses de dudosa ética como Dominique Strauss-Khan o el propio Mitterand, hombres de doble vida, incoherentes y deshonestos. Afortunadamente prefirió mirarse en Michel Rocard que es mucho mejor ejemplo. Valls va a dar juego.

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