Opinión

Los efectos de la crisis

Para la Academia, la primera acepción de la palabra “crisis” implica simplemente la evolución a la que es sometido un determinado asunto: “Cambio profundo y de consecuencias importantes en un proceso o en una situación”, si bien otra de las entradas señala la intensificación brusca de los síntomas de una enfermedad. Da la impresión de que la ilustre institución ha ido adecuando la significación del vocablo a las exigencias de su empleo cotidiano, y en otro apartado acepta que esa situación puede ser mala o difícil. Pone dos ejemplos: el la crisis de un equipo o la ministerial”. En Economía dice, puede aplicarse a la reducción del crecimiento o a la fase más baja del ciclo. 
Todas estas acepciones se citan en un desafío independentista que ha conseguido, por ejemplo, incrementar sustancialmente el grado de patriotismo de los no independentistas. También ha logrado desbaratar su economía, y reproducir una situación desventurada para todos alentando enfrentamientos y azuzando unos contra otros pensamientos y banderías. Hay, sin duda, un equipo en crisis en la Generalitat, y una crisis ministerial o de proporciones incluso mayores de la que pueda producir un simple cambio de carteras. Conviene recordar que el Parlamento de Cataluña lleva meses cerrado y solo abre puertas para representar cada cierto tiempo una siniestra pantomima.
Pero esta crisis de considerables proporciones a la que nos ha conducido a todos una banda de irresponsables proclama al tiempo  y a juzgar por sus comportamientos, las limitadísimas entendederas de quienes la incitan. El escenario de este despropósito abona la presencia de individualidades dignas en efecto de un estado crítico. Es decir, de una enfermedad que ha agudizado de modo alarmante sus propios síntomas. Algunos de los individuos que en ella se desempeñan proponen actividades sin pies ni cabeza y a ese duelo de necedades sirven como elementos imprescindibles las redes sociales en las que los tontos se mueven como los patos en una charca. Por ejemplo, el concejal de ERC que dedicó su comentario al militar fallecido en accidente de aviación y del que se arrepintió más tarde, justo en el momento en que era cesado por su partido. O el que escribió -perdido que fue el seso si es que alguno ha tenido- el comentarista deportivo Pipi Estrada sobre Inés Arrimadas del que este sujeto impresentable y que uno sepa, no se ha arrepentido. Claro que, a lo mejor, a la lección de pedir perdón aún no ha llegado Pipi y por tanto aún no sabe lo que es eso. Confiemos en que esté aprendiendo.

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