Opinión

Los concursos y su lado malo

Tras contemplar horrorizado cómo trataban de abrir los concursantes de Master Chef unos hermosos centollos –a los que ellos mismos denominaban cangrejos- que acabaron descerrajando a cachiporrazo limpio sin el menor conocimiento de cómo se trata una joya marina como esta y poniéndolo todo perdido, también he decidido romper con el concurso gastronómico de la primera cadena como he roto desde hace ya algún tiempo con otra de las grandes propuestas televisivas, la a esta hora ingobernable “Operación Triunfo”, su imprevisible jurado, su apuesta sin contemplaciones por el espectáculo incluso en detrimento de la propia calidad de las interpretaciones –situación que reconocieron muy preocupados los integrantes del claustro de profesores en la última gala a la que presté atención-, y un presentador para el que todo son “temazos”, “momentazos” y “artistazos” salga el sol por donde salga. Los guionistas han decidido apostar por la diversidad, por los manifiestos políticos de los concursantes –algunos con menos luces que un barco pirata- y alentar de paso los intensos romances que asoman en las entretelas de la academia, una estrategia que dio ciertos resultados en la edición anterior aunque todos los romances externos e internos que se fueron desarrollando entonces se han ido a hacer gárgaras incluyendo las dos relaciones estrellas de la temporada: la de Aitana que dejó a su novio por el gallego Cepeda cuyo final ya ha sido anunciado, y sobre todo, el que nos condujo a la tostada infumable de Eurovisión. Los expertos en la materia aseguraban ayer que Amaia ha roto con Alfred al que ha sustituido por la voz de una banda pop. También Ana Guerra ha dejado plantado a su novio de toda la vida que era su amor según ella misma proclamó en vivo y en directo, para vincularse al actor Miguel Ángel Muñoz quien, por cierto, está que se sale en “Presunto culpable” de Antena 3. Ana Guerra es la única voz de este concurso que últimamente me ha trasmitido algo.
En definitiva, que si bien es cierto que la tele es diversión, no conviene que solo sea eso y hay que ir poniendo algo de atención para que no se vaya de las manos. Y si los concursantes de un certamen de alta cocina supieran qué es un centollo, mejor aún.

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