Opinión

Los 45.000 de Bruselas

La manifestación independentista de Bruselas ha puesto en evidencia lo más negro y vergonzante de esta causa insensata. Aprovechando la tibieza legal de un país con el que nunca hemos tenido unas relaciones precisamente buenas, una marea de secesionistas catalanes se ha desplazado a la capital de los belgas para protagonizar una de esas comparecencias públicas que vista con los ojos de la cordura y el sentido común literalmente avergüenza. Esta riada de mujeres y hombres caricaturescos, disfrazados de caganets, con la bandera estrellada sobre los hombros, la butifarra en la mano grasienta, y la barretina encasquetada en la cabeza, transmite una estampa que atenta al pudor y ruboriza a cualquier ciudadano español medio: ese que, como norma general es cumplidor en sus impuestos, trabajador de lunes a sábados con los fines de semana dedicados a la familia, a la música o a la bicicleta, honrado padre u honrada madre, serio, ponderado, amante de la justicia, votante cuando toca, aficionado al fútbol o al cine, lector moderado, fiel televidente, comprometido con los demás, cumplidor, juicioso y bueno…
Lo de Bruselas ha sido una de esas representaciones que definen el carácter de esa manada de payeses que subyuga al cuarenta por ciento de catalanes a los que ha convencido de clamar por la independencia. Con el dinero que no deberían contar pero que sí tienen, han plantado un garito en Bélgica, han levantado un escenario que se erige en una calle de Bruselas en el que se han dado cita tras una peregrinación carnavalera, y han ido turnándose en el uso de la palabra bramando disparates, aullando barbaridades que no tienen cuento, vejando, mordiendo las manos que les dan de comer. Han humillado a Europa, sus instituciones y sus dirigentes, han insultado al país al que por el momento pertenecen, el que les ofrece amparo y les permite viajar documentados a Bruselas para representar esta triste y descorazonadora comedia. Ay Señor, que grande es la democracia que permite que patanes como estos se expresen libremente y suelten cataratas de frases atroces sin  cometer delito alguno.
Yo espero que esta manifestación  independentista integrada por cuarenta y cinco mil personas según la policía belga, acabe convenciendo a los tibios para retirarles el voto o al menos meditar sobre la conveniencia de otorgarlo. Personalmente estoy avergonzado de este espectáculo. Sospecho que Europa también se avergüenza. 

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