Opinión

Lo malo y lo peor

La sociedad española es muy impresionable y se asusta de situaciones que a lo mejor no son tan graves, despachando por el contrario otros episodios que lo son en verdad mucho más. En el caso de la ministra de Justicia, sospecho que se ha producido este fenómeno y que los españoles han temblado cuando han sabido que en los almuerzos en los que Garzón llevaba a su joven protegida, ésta reconoció como “maricón” a su hoy compañero de gabinete el juez Grande Marlaska, despreciando sin embargo lo que yo interpreto como la parte más alarmante de esta carnavalada de puros y pacharán de sobremesa en la que se despachaban los asistentes en un clima propicio de compadreo. Quien ejercía ese papel de confidente alegre por el condumio y las copas es hoy la ministra del ramo, la encargada de nombrar y cesar a los más altos cargos de la judicatura, la notaría mayor del Reino y la cúpula por tanto de la Administración de Justicia. En definitiva, no debe ser lo que más preocupa el hecho de que parlara alegremente y les cantara a sus compañeros de mesa –un ex comisario y un juez ambos corruptos, ambos reos de delitos muy graves, ambos encarcelados-  los entresijos de la judicatura entre las que se encontraba la no pública homosexualidad del magistrado Grande Marlaska, sino que alguien capaz de cantar todos esos secretillos, -el puterío con menores de determinados jueces en su excursión sudamericana, la excelencia de montar un negocio de señoritas, las ganas de follar de sus amigotes y otras lindezas- sea hoy ministra de Justicia. Lo grave no es tildar de maricón a un camarada sino gobernar un sector del Estado tan importante como la Justicia con semejantes antecedentes. Lo grave de Maxìm Huerta no es que abominara el fútbol como él mismo se encargó de airear en su cuenta tuitera sino que lo colocaran en su cúpula para administrarlo. Además de haberse distraído en sus deberes para con Hacienda, también es cierto…
Ahora le toca el turno a un Pedro Duque, perplejo aquello que inspira su sociedad patrimonial que usó para comprar un chalé en Jávea y su casa en Madrid. Y lo malo no es que la tenga sino que sea ministro teniéndola. Sánchez ya dijo que tener una sociedad interpuesta era pagar la mitad.

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