Opinión

Lección de ética

La muerte política de Cristina Cifuentes ha puesto en el escaparate la indignidad que asoma en la clase política y su contaminado ámbito de desarrollo. Señalada por la posesión de un título universitario concedido según todos los indicios de manera fraudulenta, ha sido sin embargo la exhibición de una cinta de vídeo de hace siete años en la que se observa a la ya ex presidenta de la Comunidad de Madrid retenida por robar artículos menores en un supermercado, la que ha precipitado una dimisión que ya estaba programada sin embargo para el próximo mes de mayo. Pero esta dimisión que se anunciaba inexorable desde que a la presidenta se le agotaron los argumentos para explicar la honestidad de su máster, se ha prolongado sin embargo durante más de un mes y ha sido el presidente Rajoy -en cuyas manos depositó Cifuentes su destino tras la crisis de la titulación fraudulenta- quien ha ido posponiendo la resolución de este triste episodio hasta que a Cifuentes ha perecido víctima de unas imágenes humillantes que marcarán su destino de por vida.
Existe la creencia casi compartida de que con Cifuentes ha acabado el “fuego amigo” y existen muchos datos complementarios que no desdicen esta dolorosa hipótesis. De hecho, Cifuentes se encontró antes de lo del máster, con su supuesta participación en los hechos del Canal de Isabel II en los que se reflejaba de manera manifiesta la corrupción galopante que infecta el PP madrileño, una situación que pudo salpicarla tras las acusaciones públicas efectuadas por un corrupto de manual como es Francisco Granados y que fue especialmente despiadada y vil al acusarla de haber mantenido una relación sentimental complementaria a la política con Ignacio Granados. Paradójicamente, con Cifuentes ha acabado otro fotograma de su vida privada, lo que abunda en esa sensación de indignidad y esperpento que persigue a los políticos y especialmente a los que conviven en una comunidad estrella como Madrid en la que da la impresión de que todo vale.
A Cifuentes no la ha matado su incompetencia política porque, muy al contrario, su gestión al mando de la Comunidad de Madrid ha sido brillante y capaz de aprovechar vientos favorables para convertirla en la más avanzada y primera en el ranquin económico nacional, sino un vídeo de 2011 que debía estar destruido por ley desde hace años y del que se ha hecho uso para humillarla. En todo caso, la falta de decisión y la pereza de Rajoy para decidir han hecho el resto. Todos han escrito una comedia infame. Ella, Rajoy, su partido, los de la oposición e incluso los periódicos. Un desastre. 

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