Opinión

La SGAE, ese pozo sin fondo

Como miles de modestos creadores de este país nuestro en el que nada parece salvarse, también yo pertenezco a la Sociedad General de Autores, esa corporación fundada a finales del siglo XIX por personajes de prestigio en el universo artístico de su tiempo tales como Sinesio Delgado, los hermanos Álvarez Quintero, Ruperto Chapí o el vigués Luis Taboada, cuyo principal objetivo era defender la propiedad intelectual de los constantes desafueros de los que eran víctimas sus autores. Hasta que aquellos personajes de autoridad probada no iniciaron los trámites para defender como gremio la paternidad de las obras, nadie respetaba ni tenía en cuenta esos derechos y sus legítimos propietarios cobraban lo que los empresarios estipulaban, perdían el control de sus creaciones, eran víctimas de arbitrariedades incalificables y se morían de hambre  y de rencor trabajando a destajo sin ver un duro. En Italia, el famoso novelista Emilio Salgari, se suicidó rajándose el vientre amargado, pobre y exhausto de tanto escribir recibiendo un sueldo de miseria y viendo morir de inanición a su mujer e hijos mientras sus patronos se forraban.


Desgraciadamente, esta SGAE que nació lealmente fundada con la mejor voluntad para cumplir un objetivo justo y necesario, comenzó a derivar por terrenos más sinuosos, y hoy cada dos por tres ocupa páginas de portada en los diarios por sus sospechosas actividades. Jamás he recibido yo de esta sociedad un duro como autor, y eso que el último cálculo dice que  a ella se acogen más de 100.000 autores y regenta un patrimonio de más de cinco millones de obras. Pero si yo no he recibido un duro de mis más que humildes composiciones, existe una élite  en la entidad que se ha hecho de oro con ella y en sucesivas oleadas. A día de hoy, y pendiente de un escenario que no puedo explicarme por más que lo intento, el que fuera su presidente, el músico canario Eduardo “Teddy” Bautista, está pendiente de juicio desde que se procedió a su detención en 2011. Bautista está acusado de apropiación indebida y desvío de fondos, fue detenido, puesto a disposición judicial, se decretó su libertad con cargos y se le retiró el pasaporte. Ni él ni una gran parte de sus directivos han sido aún juzgados. Ignoro la razón…


El pasado miércoles,  la policía volvió a registrar la sede de la SGAE en persecución de nuevos delitos cuya génesis afecta a las sucesivas presidencias y constituye un auténtico escándalo. Pues volverá a olvidarse todo. Una vergüenza de ida y vuelta que nunca se acaba.

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