Opinión

La epopeya del Oeste

Nunca he ocultado mi afición por un género cinematográfico tan popular y  longevo como el western cuyos inicios coinciden prácticamente con los del propio cine hasta el punto de que algunos héroes de la epopeya acabaron sus días como asesores de películas. Eso ocurrió con el sheriff Wyatt Earp, por ejemplo, quien fallecido pasados los ochenta años en California ejerciendo como consejero de Tom Mix, el gran cow boy del cine mudo quien ayudó a portar su ataúd en el sepelio del famoso protagonista del duelo en OK Corral. Otro popular sheriff de la época, el elegante Bat Masterson,  abandonó su  vida de aventura y riesgo  para convertirse en periodista  deportivo y referente desde el “Morning Telegraph” de Nueva York en la crónica de boxeo. Muchos de los grandes nombres en la turbulenta época del salvaje Oeste acabaron  sus días acribillados a tiros o colgados de una cuerda, pero los hubo que buscaron oficios modestos y sin pretensiones con los que acabar dignamente. Frank James fue taquillero de teatro y Emett Dalton –único superviviente de la famoso banda  fundada por sus hermanos- se convirtió, pasado el tiempo, en un autor de fama, guionista cinematográfico e incluso actor ocasional.
Amparado en esta facilidad que nos proporcionan las cadenas de televisión para confeccionarnos una tele a la medida, he vuelto a encontrarme con mi adorado western gracias a una serie que retoma y revitaliza el género aplicando una estética seca y veraz a la que el cine del Oeste renunció a partir de los años 50 y que lo convirtió en un fracaso durante décadas salvado paradójicamente por el tratamiento brutal y desgarrado de Leone y Morricone en su trilogía maestra. El nuevo western es feroz, intenso, feo y brutal como la época se merece, y los jóvenes realizadores se ha propuesto recuperarlo a base de fidelidad, rigor e imparcialidad histórica, un argumento que propone, incita y produce el resultado intenso atroz de este “Godless” sin concesiones, escrito, contado y fotografiado por lo derecho.
El western en la historia de  los Estados Unidos coincide con el final del reinado de Isabel II, la revolución que protagonizaron Serrano y Prim, la I República y el reinado de Alfonso XII en la nuestra. Y no es mala idea adentrarnos en nuestra propia aventura histórica valiéndonos de este hermoso e insumergible género. A mi no acaba de resultarme satisfactorio que encontremos entre nosotros verdaderos expertos en el cine de vaqueros que no sepan una palabra de lo que sucedía en España en el mismo tiempo.

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