Opinión

La condonación de una deuda

Asistiendo al comportamiento de los responsables de la declaración de independencia de Cataluña ya en el presidio ya en el extranjero no acabo de entender cómo es posible que semejante recua de impresentables ha podido tener secuestrado durante años, no ya una región de la geografía nacional, sino un  país entero. Esta pandilla que ahora se pliega a cualquier cosa y que incluso aceptar el 155 con tal de salir de la trena y apurar los tiempos para tratar de salvarse, tuvo en su puño a todo el territorio nacional usando como única herramienta el poder del miedo. Recuerdo que nadie tomaba  decisiones no fueran a enfadarse los catalanes, y recuerdo que  se apeló a convencer a los tribunales de Justicia de que se mantuviera al margen de los hechos para no soliviantar a quienes se consideraba una especie de león dormido al que no era aconsejable perturbar su sueño. Recuerdo personajes de influencia en el PSOE por ejemplo, protestando de modo enardecido las disposiciones del Constitucional en el contencioso que le tocó juzgar sobre algunos aspectos del Estatut y recuerdo especialmente a Gaspar Zarrías  perdiéndole públicamente el respeto. Su foto iracunda y caricaturesca llenó la primera plana de algunos periódicos aunque, a estas alturas, nadie se lo recuerda.
Hoy, y para mantener viva esa llama de tibieza y absurdo entreguismo, el máximo representante del socialismo catalán ha sugerido como medida de buena voluntad que el Estado condone a Cataluña la mitad de la deuda que ese Gobierno de sujetos incompetentes ha ido amasando y que a día de hoy alcaza los cincuenta mil millones de euros. Es decir, tanto como el resto de las comunidades autonómicas juntas excluyendo Andalucía. Iceta supone que perdonando esa enormidad va a ganar catalanes para la causa constitucionalista sin entender que quienes se benefician con esta medida son los gobernantes que han sumido a Cataluña en la ruina mientras la padecen los demás. La pandilla entre rejas a la que ha llamado a declarar el próximo viernes el Tribunal Supremo deberá responder no solo de los delitos que se les  imputan sino a la lamentable gestión que ha originado esa descomunal deuda. Y, por otra parte, resultaría imposible de explicar un hecho tan sencillo como el de por qué se produciría una condonación en Cataluña y ninguna en el resto.  Por fortuna, los otros presidentes socialistas se han negado en redondo. Con el “buenismo” por bandera Iceta no ganará las elecciones. O al menos, no merecerá hacerlo.

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