Opinión

La causa portuguesa

Llevo un par de días de veladas musicales en las que se ha debatido entre otras cosas la conveniencia o no de la apuesta en la que Portugal ha jugado a todo o nada en el festival de Eurovisión. El envite fue un éxito incuestionable y la delegación portuguesa ganó el certamen por goleada aportando una canción sencilla y desnuda de todo adorno superfluo. Conozco unas hermanas buenas amigas portuguesas que se ponen de acuerdo en todo menos en este extremo de la polémica. Una cree que la canción portuguesa fue sencillamente gloriosa y la otra cree que esa balada simple y llana no fue otra cosa que una castaña. Yo ya me he expresado y tengo la secreta esperanza de que este triunfo conduzca también a una necesaria reflexión sobre el tratamiento del Eurofestival en las próximas ediciones. Más música que sale del corazón, más sentimiento, más emoción y menos parafernalia. Las redes que no se están quietas dicen que este triunfo portugués era el tercer secreto de Fátima. 
Lo que sí es cierto es que estamos asistiendo a un renacer de la causa portuguesa que a mí personalmente me llena de orgullo y satisfacción que decía el rey emérito. De hecho y sí todo sale como tiene que salir al menos desde la óptica de un madridista convencido como yo, un portugués como Cristiano Ronaldo puede poner el broche de oro a una fantástica temporada convertido en campeón de Liga, de Europa con su club, campeón de Europa con su selección y máximo goleador continental. Todo ello se produce en el año en el que el Papa Francisco toma el camino del ya mentado santuario de  Fátima y convierte en santos a dos de los pastorcitos que vieron a la Virgen enmarcada por una luz fantasmal sobre la rama de un árbol. Los críticos irreconciliables afirmaron desde el primer momento que aquella imagen divina enmarcada en un alo mágico era una señora inglesa a la que se le acababa de averiar el coche en aquellos inhóspitos parajes  y buscaba socorro entre la población indígena de la zona.
Desconozco si los niños vieron a la Virgen o a una dama vestida de blanco pidiendo socorro en una lengua tan extraña para aquel tiempo en una aldea portuguesa recóndita  como el inglés. En realidad da igual. Hoy me he encontrado a un colega músico que me comunicó la buena nueva. Portugal va a ser en pocos años la referencia musical de Europa porque han echado el candado y no dejan pasar un regatón ni de contrabando. 

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