Opinión

El intercambio

 
 El más que probable desenlace positivo de la crisis griega tras el estrambótico referéndum en el que se obligaba a los griegos a votar a favor o en contra de unas condiciones de rescate que ya no estaban en vigor, se ha cobrado una primera pieza en la persona del ministro de Finanzas del Gobierno griego, el inefable Yanis Varoufakis, quien hizo efectiva su renuncia en las redes sociales como es su costumbre. El entonces titular de la cartera más importante del Gobierno griego acababa de llamar terroristas a las autoridades económicas del Eurogrupo y dicen los comentaristas de Bruselas que, en respuesta a las peticiones griegas, los representantes comunitarios le dijeron a Tsipras que no se sentarían con Varoufakis nunca más. Es muy posible e incluso comprensible que así sea. Pero con independencia de los deseos de Bruselas y sin tener ni la más remota idea de lo que se cuece en las tripas de la política de altos vuelos, sospecho que el primero que acogido esta sugerencia con gozo indisimulado ha sido el propio Tsipras a quien el referéndum ha servido para consolidar su propia posición y ha otorgado libertad absoluta para desembarazarse de un compañero de viaje que lo único que ha hecho hasta la fecha ha sido ponerle palos en las ruedas. He leído este fin de semana los ponderados comentarios de un periodista griego que lleva años siguiendo a Tsipras y anotando cuidadosamente todos los hitos y detalles de su particular aventura equinoccial. Es ésta, como ocurre en la mayor parte de los políticos que acaban accediendo a los más altos puestos, una carrera intensa y abundante en claroscuros, con muchas decisiones al límite y muchos cadáveres por el camino, incluyendo estrechos colaboradores y amigos personales a los que eliminó sin miramientos en cuanto significaron un lastre para su carrera política. El analista resuelve definiendo a Tsipras como un hombre honesto con el prójimo pero ambicioso hasta el límite. Y así debe ser, porque el primer ministro griego se ha fortalecido ante sus administrados y ha puesto en la calle a un socio que se había vuelto una carga y cuya presencia impedía por si misma cualquier acercamiento con los acreedores. Sin este broncas contradictorio y chuleta todo es más fácil. Schäuble ha pedido seguramente su cabeza pero el tajo y el hacha los ha puesto Tsipras.

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