Opinión

Historias del ferragosto

El polémico e incluso denostado ferragosto –se trata de la fiesta veraniega por excelencia del calendario italiano que se corresponde con los días más calurosos del mes que viene y que se usa por extensión  para definir el tiempo de vacaciones- tiene de malo que hace calor y no se mueve un papel en todas las administraciones, la mayoría de las cuales experimenta una caída de tensión paralizante hasta entrado septiembre. Pero tiene también cosas buenas. Por ejemplo, hasta los independentistas catalanes –los que no están a la sombra que tienen otro régimen de distensión- se marchan de vacaciones y se organizan tan divinamente en sus fiestas nocturnas estivales con paella en la masía y cantos a coro entre trago y trago de porrón y rasgueos de guitarra. Por ejemplo,  Puigdemont cantaba el año pasado bonitas canciones de los Beatles como invitado de algunas entretenidas veladas, pero en ese momento estival estaba en sus territorios y aunque no andaba por ahí soliviantando al personal con su matraqueo doctrinario y todos vivíamos más tranquilos, siempre existía el riesgo de que abandonara el retiro vacacional para hacer proselitismo porque incluso proselitismo encubierto eran esas cenas bajo las estrellas de tinto con gaseosa y arroz a banda. Este año, como está de prófugo, no puede venir a participar en los saraos y no sale en la crónica social. Y tampoco nos da la tabarra ahora que el juez Llarena ha retirado la euro-orden y puede moverse a su gusto por Alemania y Bélgica donde vive de prestado y a cargo del erario público, pero que no se le ocurra aparecer por casa de Pilar Rahola porque se persona en el lugar de autos la Guardia Civil y se lo lleva preso. 
Agosto en particular y el verano en general son periodos de espacio y tiempo donde todo se relaja. Incluso la entrega en brazos del descanso, la desconexión y la playa producen situaciones que sorprenden. Por ejemplo, a quién se le ocurre con la que está cayendo, echar mano del avión presidencia para irse de fin de semana a un concierto de rock. Bueno. Pues sí. Se le ocurre a alguien. Concretamente a Pedro Sánchez que ha sucumbido muy prontamente al hechizo de la Moncloa. Dicen que Moncloa primero hechiza y luego mata.

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