Opinión

Felipe en el púlpito

He leído con especial dedicación la carta abierta a los catalanes que Felipe González firmaba este fin se semana pasado en el diario “El País”, y he llegado ala conclusión de que el ex presidente del Gobierno no dice en este texto otra cosa que lo que pensamos sobre este disparate la mayoría de los españoles. Por consiguiente, no es tanto lo que se escribe en esta misiva  sino el hecho mismo de escribirla lo que sorprende. González trata de aclarar a los habitantes de Cataluña lo que significaría la ruptura y les invita a meditar en torno a esta idea de desventura y drama que necesariamente acompañaría el demencial proceso de secesión. Un proceso que, según González y cualquier otro ciudadano sensato, afectaría de un modo muy profundo al resto del país pero que sería sin duda la ruina completa de Cataluña. González supone que Artur Mas está dispuesto a convertir su región en una Albania del siglo XXI, un análisis por supuesto nada descabellado.
Lo que resulta por tanto más interesante de esta actuación del ex presidente es averiguar a qué responde la necesidad de hacer pública esta carta y cuáles son los verdaderos motivos que le han convencido de que es él quien debe abanderar una causa en la que su partido anda como pisando sobre ascuas, moviéndose en la indefinición y escudándose en su carácter federal para no intervenir en las decisiones que adopte al respecto el PSC cuya reacción hasta el momento es tibia, medrosa y cuajada de dudas.
Es por eso por lo que, en mi modesta opinión, la experiencia política de González y su proverbial habilidad para enviar mensajes, ha vuelto a tomar el mando en este manifiesto para mandarle un recado a Pedro Sánchez mientras el secretario general recorre Latinoamérica creyéndose a estas alturas una figura de Estado. Tras González vino el desastre irreparable de Zapatero al que debemos gran parte de nuestros males actuales y Felipe no quiere que su partido caiga en manos de un clon del anterior aunque se lo teme y lo sabe.
Felipe ha procurado darle una patada en el culo a Sánchez utilizando para ello la sinrazón catalana y quizá le haya servido. Quizá.
 

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