Opinión

La era del diálogo

Dicen los que saben de esto, que la nueva legislatura definida como la del diálogo en virtud de la imposibilidad de gobernar con mayorías, ha comenzado con buen pie. Los aguerridos comentaristas que analizan la actividad parlamentaria advierten atisbos de verdadera comprensión mutua entre los dos grandes partidos, y pronostican la cada vez más próxima posibilidad de que esta situación de diálogo deje literalmente en fuera de juego a Podemos y Ciudadanos. De hecho, los primeros asaltos habidos en el Congreso esbozan la vuelta de un bipartidismo si bien con algunos reparos. El panorama, eso sí, no incluye a las otras dos formaciones en danza que se han quedado al margen de la discusión y coronación de los recientes acuerdos primeros de legislatura, la benevolencia en el techo del gasto para las comunidades autónomas y la apreciable elevación del salario mínimo. En ninguna de ellas han tenido pito que tocar ni el asociado del PP que es Ciudadanos ni el azote del PSOE que es Podemos. De hecho y puesto a sospechar, uno sospecharía que el PP en el gobierno prefiere entenderse con un partido centenario, experimentado y sólidamente constituido aunque se debata en una fuerte crisis, que someterse a las veleidades de un grupo joven del que no conocen todavía por dónde le saldrá el registro. La dirección socialista por su parte y los veteranos inspiradores que la manejan, han puesto distancia de seguridad con Podemos y no quieren ni oír hablar de entendimientos con ellos. No es necesario aclarar que esta nueva tendencia que asoma la cabeza por la mirilla socialista ha tomado cuerpo con la práctica retirada de Pedro Sánchez. Su esperpéntica reaparición haciendo bolos vocingleros y febriles por los diferentes pueblos de España no parecen haber quebrado ese deseo del PSOE por recuperar las esencias socialdemócratas. De hecho, a Sánchez no le falta otra cosa que plantarse en la plaza del pueblo, desplegar el cartelón, empuñar el puntero y recitar el romance de ciegos que corresponda con él mismo como desventurado protagonista: “Esta es la historia señores/de aquella madre salvaje/que con la piel de su hijo/se quería hacer un traje”
 

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