Opinión

El prófugo que decide

Suponiendo sospecho, que la edad avanzada proporciona también posibilidades de asistencia a situaciones extraordinarias, un amigo me pregunta si yo recuerdo que alguna vez un presidente del Gobierno español haya pactado con un prófugo de la Justicia determinadas actuaciones. También me preguntaba si me imaginaba yo hace algunos años que esa situación pudiera producirse. Contesté naturalmente que no en ambos casos. Ni siquiera  en los momentos más dramáticos de nuestra larga aventura como país soberano hemos asistido a un espectáculo tan bochornoso como el que nos ha deparado este camino de expiación emprendido por el presidente Sánchez cerca del ex presidente  Puigdemont para que el huido y refugiado en Waterloo otorgue permiso a sus huestes para que estos a su vez permitan la aprobación de sus presupuestos. Aproveché también para situarme a mí mismo hace algunos años y convencerme de que nunca habría imaginado una situación tal. Ni yo, ni el mismo presidente Sánchez, que ahora se somete y nos somete a este peregrinar vergonzante en busca de apoyos para unas cuentas que, por otra parte, están escritas en el aire. 
Hay en este ámbito que se está construyendo una amenaza en la sombra que produce un escalofrío a lo largo de la columna vertebral para aquellos que hemos confiado siempre en la dignidad de un sistema que nos ha costado dios y ayuda conquistar y que desde que fue restablecido nos ha garantizado una existencia justa, libre y equilibrada con la ley como bandera y la Constitución como garantía de convivencia para todos los españoles. Desgraciadamente ese marco tan costosamente consolidado ya no sirve para nada. El presidente del Gobierno no tiene el más mínimo rubor en plegarse a los designios de un sujeto sobre el que está expedida una orden de búsqueda y captura por los tribunales de justicia hasta tal punto que no puede poner un pie en el territorio nacional, porque de hacerlo, sería detenido y conducido a prisión a la espera de juicio. Pero aprobar los presupuestos sí puede…
A mí me da mucha vergüenza asistir a semejante espectáculo pero es verdad que yo ya estoy muy pasado de moda.

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