Opinión

El minuto de oro

Yo ya he dejado de ver operación triunfo y no creía necesario explicar el por qué de esa renuncia hasta que apareció en pantalla el novio de una de las concursantes y su delirante actuación que ha debido poner sobre aviso a los responsables del programa ante la demostración fehaciente de que no todos los allegados de los triunfitos pueden ser convocados para sumarse en directo a los avatares de este concurso.
En la trastienda de este espacio para captar talentos se abrió paso desde hace algún tiempo la discutible idea de mantener a una de las participantes -una joven rubia llamada María que es hija de aquel que compuso “La puerta de Alcalá”- sospechando que en ella se atisbaba un filón de espectáculo muy del gusto de la audiencia. Para ello, se programó un protocolo estratégico que consistió en perdonarle los estragos que causaba su voz para dejar que brotara a cambio una personalidad suavemente controvertida y dulcemente contestataria capaz de añadirle unos golpes de pimienta a un panorama plano por el que discurría el programa. La jovencita se desgañitaba en escena, apelaba al más intenso dramatismo, reinterpretaba las canciones y caldeaba el escenario con un temperamento a veces excesivo. Poco importaba que desafinara como una fiera, no fuera capaz de domeñar sus propios alaridos y ofreciera pasajes musicales francamente tremendos. El espectáculo debe continuar y a ello estuvieron  apostando los dirigentes de esta edición hasta que en el programa pasado presentaron en escena al novio y las cosas se han puesto difíciles.
El novio es un verdadero impresentable, baboso y machista que se encontró sin saberlo y sin merecerlo con unos minutos de audiencia y fue a por todas sembrando el desconcierto en el escenario, en el público, en el jurado y, sobre todo, en la sala de control. A su intervención no le faltó de nada. Lo único que echaba de menos era el culo de su novia, lo que más destacaba es que se había puesto la mar de buena y lo que quería hacer si María era expulsada del programa era follar y follar. El angustioso minuto y medio con aquel sujeto bajo los focos fue una vergüenza y luego se fue… En verdad no sé si echaron a María o sigue dando alaridos. En realidad, no me importa 
 

Te puede interesar