Opinión

El mensaje de paz

Corremos el mismo y serio peligro de divinizar la figura del preso preventivo Oriol Junqueras como en tiempos hicimos –mejor dicho hicieron porque a mí en esa no me pillan- con la de John Lennon. La acción, alentada especialmente desde los Estados Unidos y comúnmente aceptada por una gran parte de la población juvenil del mundo, convirtió a un inglés miope, borrachón, heroinómano y perdulario en un santo adalid de la paz y la buena voluntad. Para colmo de males, su historia se vio interrumpida bruscamente por los cinco proyectiles del calibre 45 que le disparó un perturbado en la puerta de su propia casa, lo que añadió a las múltiples potencias santificantes del desventurado, la desagradable corona del martirio. Oriol Junqueras, que está en la cárcel a la espera de enfrentarse a un juicio por sedición, ha optado por abrazar ese mismo camino, y ha comenzado a predicar la armonía universal, el amor al prójimo y el utopismo beatífico como herramientas para obtener el respaldo popular que le permita presionar por su libertad. Es a día de hoy un hombre de fe, de paz y diálogo, un  santo manso y ecuménico que recibe   sumiso el castigo y coloca la otra mejilla. Aleluya hermanos, aleluya.
Los bienaventurados reciben un tratamiento social no siempre acorde con la serenidad de su credo. El cuerpo social es zafio e irrespetuoso y apenas guarda respeto a estos sujetos místicos que pontifican sobre la sintonía cósmica. Muchos han sido apedreados, otros arrojados al pilón sin miramientos, algunos, expulsados de la comunidad a estacazo limpio y existen huellas escritas de palizas infames propinadas interrumpiendo  vigilias pacíficas. Pero en otros muchos momentos, la postura ha funcionado la mar de bien. A José Luis Rodríguez Zapatero se la dio con queso el asesino etarra José Ignacio De Juana Chaos, un feroz terrorista con innumerables delitos de sangre al que sus amigos  pasaban alimentos de matute mientras  mantenía una huelga de hambre. De Juana – autor entre otros delitos sangrientos del atentado que segó la vida de doce cadetes de la Guardia Civil en la plaza de la República Dominicana de Madrid- se la lió al presidente Zapatero que llegó incluso a tildarlo de “hombre de paz” hasta que se descubrió su engaño. De Juana salió en 2008 y cuando la Fiscalía  le acusó de enaltecimiento del terrorismo y el juez decretó su vuelto a la cárcel, el pájaro había volado. Aquel santo apóstol del entendimiento, supuesto interlocutor del proceso de paz está en búsqueda y captura refugiado en Venezuela. Se le atribuyen 25 asesinatos.

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