Opinión

El líder sindical

Si hace algunos años alguien me cuenta que una vieja central sindical como UGT, comprometida con la justicia social y creada para defender al débil del acoso de los fuertes, se iba a significar respaldando a los maestros que han acosado y vilipendiado a los alumnos a su cargo que son hijos de guardias civiles destinados en Cataluña, naturalmente no me lo creo y es muy posible que ese convencimiento mío me reservara una bronca con aquel que dijera lo contario. Para desventura propia y ajena, el veterano y laureado sindicato socialista ha resuelto abdicar de todos sus compromisos históricos, de sus vínculos fundacionales con el marco constitucional, de sus raíces, de sus cometidos, de sus convicciones y de su tradicional posicionamiento en el lado institucional. Tengo amigos en el PSOE que tampoco se lo terminaban de creer, pero la realidad está empecinada en llevarnos la contraria. En muchas ocasiones, la realidad es mucho más fuerte e intensa que la ficción.
El independentismo catalán, cuyo comportamiento ha teñido esta por sí misma dislocada tesis de puro y duro fascismo -los independentistas han echado mano de estrategias policiales, delaciones, presión y manipulación, compra de medios de comunicación y sanciones arbitrarias a aquellos que no han consentido- ha encontrado en los dos grandes sindicatos una auténtica mina para recabar y recibir apoyos. Pero si bien Comisiones Obreras ha sido siempre irregular en sus reacciones y se ha dejado guiar por estímulos muy dudosos en frecuentes momentos de su carrera, con UGT uno estaba razonablemente pertrechado de sentido de Estado, y podía suponer como cierto que la central socialista nunca caería en debilidades que pudieran poner en duda su sentido de la legalidad, del equilibrio y de la justicia.
Este cambio sustancial que ha inclinado a la veterana central del lado del independentismo, con  presencia en manifestaciones a favor de la causa secesionista en las calles de Cataluña,  con representación del más alto nivel en la comedia de disolución de ETA y para remate, con su participación en la creación de una plataforma fundada para defender a los docentes catalanes de una supuesta “represión mediática y policial”, se explica por el propio perfil de su secretario general, un sujeto nacido en un pueblo asturiano llamado José María Álvarez Suárez, que se hace llamar Josep porque finales de los setenta se trasladó a Cataluña y allí siguió medrando en su carrera sindical. Se convirtió en secretario general de la UGT catalana y no hay peor fe que la de los conversos. Como líder de la central es una calamidad, pero como defensor de la causa secesionista es ejemplar. Acabará con UGT, estoy seguro si es que no lo ha conseguido ya…

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