Opinión

El lenguaje diplomático

Estos tiempos difíciles que estamos viviendo proponen situaciones tan complejas que en ocasiones se vuelven absurdas. Ahí es nada  contemplar la evolución  del inefable Brexit partiendo de un razonamiento que es la madre de todos posrazonamientos que tienen que ver con este disparate. Nunca debió plantear Cameron este estúpido referéndum que ni la sociedad británica exigía, ni el Parlamento había planteado, ni puñetera falta que hacía ponerlo en práctica. Pero el premier conservador, con sus refinados modales, su acento académico y su sonrisa perfecta, iba de sobrao por la vida y convocó el proceso mirándose sus partes que son claveles y lo perdió para entera satisfacción de los partidarios de la ruptura y las casas de apuestas.
Uno de los extremos del pacto que necesariamente debe suscribir el Reino Unido con la Europa Comunitaria para  coronar la separación efectiva en un plazo de al menos dos años, afecta a Gibraltar, y en los asuntos de Gibraltar algo tiene que ver España. Por tanto, el gobierno español ha participado en esta toma de decisiones aunque la complejidad del protocolo diplomático y la opacidad de su lenguaje proporcionan situaciones como la actual. El presidente del Gobierno, Pedro Sánchez, explica ufano la potencia de nuestra posición en el contencioso y el triunfo indiscutible de nuestro equipo diplomático, ganador según él, en las condiciones finales. La oposición opina todo lo contrario y tilda el comportamiento de nuestros representantes de ridículo espantoso. La premier británica, Theresa May, coincide ante su Parlamento con las tesis de la oposición española y mantiene en su discurso en la Cámara que España no tiene incidencia alguna en el arreglo final y que los documentos que esgrimen los gobernantes españoles son papel mojado. La oposición laborista coincide sin embargo con Sánchez y acusa a la primera ministra de haber sucumbido literalmente ante las tesis españolas. Todo ello, no se olvide, en el escenario marco de unas elecciones regionales que se corren en el territorio español que cerca el Peñón mientras en el lado isleño, May necesita convencer de la bondad de su gestión no solo a sus rivales wigs, sino a una buena porción de sus compañeros del partido tory muchos de los cuales sospechan que a May la han estafado. Un laberinto más y mira que tenemos…

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