Opinión

El hola y el adiós

Como sujeto habituado al paso de los años y por profesión y deseo personal siempre asomado a la balconada el tiempo, he tenido la ocasión de ser testigo de incontables despedidas entre las que se encuentran naturalmente las mías propias. Las despedidas no suelen ser alegres y con frecuencia se vuelven dolorosas y siniestras, sobre todo aquellas que jalonan la vida profesional de cada quien, muchas de las cuáles suelen compararse además con las bienvenidas lo que convierte el ejercicio en desolador por su extremo contraste. Hay que ver con qué entusiasmo y devoción se recibe a algunos y que pocos se quedan a acompañarle en la hora del adiós.
Mis despedidas han sido del montón como yo mismo. Algunas me han causado pesares más hondos y otras se han diluido con facilidad. Nada reseñable comparado con las de algunos de mis colegas, que salieron de sus puestos con nocturnidad y alevosía. Recuerdo algunos de ellos metiendo sus cuatro enseres en una caja de cartón entre la indiferencia de sus directores. Y recuerdo otro que se enteró de su cese cuando llegó al despacho y se le encontró cerrado a cal y canto por orden de la superioridad. Todos los de este oficio acabamos malamente el periodo de dirección  pero algunos lo acaban mucho peor que otros eso es rigurosamente cierto.
Me asoma esta reflexión en la soledad del cuarto y encerrado con un solo juguete leyendo la marcha de Sampaoli y esbozando mientras leo una sonrisa vertical. Al entrenador argentino le recibió el sevillismo como si fuera el Mesías y aún permanece en la retina de muchos aquel recibimiento glorioso cuando el club se empeñó en convencer a sus seguidores de que había fichado al hombre mas sabio de la cristiandad al menos en el universo balompédico. Sampaoli era en su advenimiento, el mismo sujeto excesivo y medio histérico que es ahora en la última y desventurada etapa de banquillo hispalense en el que hubiera perecido apedreado por los mismos que le declararon divino a su llegada y que ahora le consideran un auténtico jeta. Se va a dirigir la selección argentina y sus brincos de bufón y su vacuo discurso tendrán mejor acomodo allí. Sampaoli, es una compleja mezcla de Schopenhauer y Chiquito de la Calzada y es esperado en el banquillo albiceleste de nuevo como el salvador. Pero esto no es cómo empieza sino cómo termina. Atentos pues a la pantalla.
 

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