Opinión

El alma y sus espejos

Tenemos casi todos la fea costumbre de fiarnos de la primera impresión a la hora de conocer y catalogar a otras personas, aplicando con premeditada contumacia ese absurdo y gratuito aserto que dice que “la cara es el espejo del alma”. Los que somos poco agraciados de apariencia estamos listos, y padecí yo durante mi vida profesional a un director que se empeñó en sospechar que lo que él me achacaba como pura incompetencia profesional se debía a lo que creía ver reflejado en mi cara (de gilipollas según sospecho a estas alturas y a juzgar por el poco aprecio que me tuvo y lo mal que me lo hizo pasar). No es la primera vez que alguien se deja guiar por ese tipo de condicionamientos y a la inversa. Suena absurdo en pleno siglo XXI pero todavía una cara bonita es capaz de obtener incomparablemente más ventajas que un rostro poco agraciado, dicho además en ambos casos porque la catalogación de las virtudes o defectos en la elección para un puesto de trabajo basados en el aspecto exterior no sabe de sexos y de fronteras. Ni de razas y colores porque de esta fea costumbre, en todas partes cuecen habas.
Ayer leí en una entrevista, que el defensa central de la Juve, el fornido Giorgio Chiellini que en el fragor de la batalla balompédica tiene aspecto de comerse para desayunar catorce niños de pecho crudos, es en realidad doctor cum laude en Economía y Finanzas por la Universidad de Turín y un hombre tierno, humilde y afectuoso, esposo enamorado y padre de familia ejemplar. Nadie lo diría contemplándolo en acción sobre el campo donde su ímpetu es proverbial y como además se lesiona en la cabeza con frecuencia, su estampa con un vendaje da todavía más miedo. Objeto del mordisco de Luis Suárez que le costó al uruguayo una larga sanción, siempre ha dicho que el castigo le pareció excesivo y que tiene muchas ganas de coincidir con su antiguo agresor en el campo para darle un abrazo e intercambiar con él su camiseta. Capitán de su equipo, veterano internacional, personaje respetado, referente para nuevas generaciones de futbolistas en su país y en Europa, Chiellini es un tipo estupendo en todos los sentidos, pero feo, lo que se dice feo, lo es un rato.
Son atavismos del pasado, viejas y malas costumbres que hay que desterrar. Y esa necesaria carrera para tratar a los semejantes por lo que son y no por lo que parecen debe empezar por la vida cotidiana. Cuando yo era joven, había un frutero cerca de mi casa al que mi padre había tratado de una fractura y le estaba muy agradecido. En una ocasión, y contemplando mis greñas me dijo: “Su padre de usted sí que es un señor y no usted que parece una maricona”. De eso hace ya cuarenta años. Algo habrá cambiado.

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