Opinión

El agitador de la barcaza

La inesperada aparición del aspirante de la izquierda radical Jean Luc Mélenchon en la campaña electoral francesa parece haber agitado el avispero. Francia está buscando desesperadamente un argumento de peso para recuperar su confianza en la política, en la función pública y en las instituciones, y anda dando palos de ciego y rascando aquí y allá respirando el mensaje de sus candidatos ninguno de los cuáles le gustan por completo, ninguno de los cuales le convencen y ninguno de los cuáles ha conseguido armar un discurso consistente y sincero. Los franceses desconfían de sus líderes especialmente de los tradicionales porque en todos ellos se adivinan flaquezas que lastran considerablemente su credibilidad. El conservador François Fillon es sospechoso, Marie Le Pen también tiene trastienda, Manuel Valls propone un mensaje social muy avanzado pero lleva a sus espaldas los desastres protagonizados por el socialismo francés, los errores de Hollande, los de Strauss Kahn y sus propios errores que convierten el discurso del partido en una patraña, y Macron suena más a postureo que a oferta cuajada. Las últimas encuestas ofrecen un inquietante empate técnico entre las cuatro fuerzas y por eso ha venido este señor veterano y gesticulante que parecía tener ya el arroz pasado para añadirle una pizca de pimienta al guiso. Se ha inventado unas siglas muy en línea perroflauta –Francia Insumisa se llama su partido- y se pasea por el Sena en una barcaza acompañado por una banda de viento con los músicos disfrazados de payasos. Ha estado a punto de capotar tres o cuatro veces, afronta los mítines dando voces y nadie sabe de donde  sale la pasta que costea esta puesta en escena tan disparatada. Pero ha entrado por sorpresa en las listas y algún que otro voto va a rascar a los otros. Es posible que quiebre el empate a cuatro.
Mélenchon es un nuevo ejemplo de político que aprovecha el desencanto y predica a desencantados. Ha cumplido 65 años, ha sido ministro socialista, senador y eurodiputado y lleva como buenamente puede dos fracasos anteriores en su deseo por conquistar el Eliseo. Tampoco lo logrará ahora pero se lucrará de la desazón que la política convencional provoca en la vieja Europa dormida y fatigada. Líbrenos Dios de los populismos vengan de donde vengan. Mélenchon va de eses palo.

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