Opinión

Dos en uno

Como cualquiera de los grandes genios que han pervivido al paso de los tiempos, William Shakespeare tiene su lado oculto y misterioso, una vertiente sumamente polémica cuyos argumentos más extremos dudan incluso de su propia existencia. Existe una amplia corriente mantenida por muy fundados expertos que defienden la imposibilidad de que un sujeto con la formación que se le presupone al universal comediógrafo pudiera escribir lo que escribió. Por tanto sospechan que uno fue el actor y administrador de una compañía teatral que representaba las comedias y otro quizá diferente el que las escribió. En estos últimos años retorna la figura de una pluma emboscada entre  los pliegues de la tradicional creencia que fuera el redactor de la mayor parte de la obra del genio.  Desde hace pocas fechas tiene nombre y apellido. Un joven e ilustrado escritor llamado Christopher Marlowe cuya huella indeleble adivinan los expertos presente en al menos cuatro comedias de William Shakespeare y en especial en la trilogía de “Enrique VI”. Y no solo presente sino dominante. Esos estudios recientes sospechan que Marlowe –un joven autor teatral de mirada limpia y gesto hermoso que falleció al parecer a los 29 años dejando su propia cosecha en forma de piezas teatrales- pudo escribir más de tres cuartas partes de cada una de esas comedias y protegerse en otro misterio quizá más sorprendente aún. Los más recalcitrantes creen que, a consecuencia de un motivo no bien  definido, Marlowe pudo fingir su propia muerte y continuar escribiendo su obra firmándola con el seudónimo de William Shakespeare, lo que convertiría al más grande genio de los escenarios británicos de todos los tiempos en una patraña.
Las dudas sobre la autenticidad de la pluma del dramaturgo por excelencia son al parecer fundadas y llevan mucho tiempo aleteando sobre el legado. Se trata de un fenómeno sumamente dispar al que caracteriza la vida y obra del único autor que universalmente se le ha podido comparar y no solo por haberse puesto de acuerdo ambos a la hora de morirse. La vida y la obra del gran Miguel de Cervantes apenas muestra sombras  y está francamente bien documentada, de modo que ya sabemos todos que las pasó, dicho con el mayor respeto para mi admirado don Miguel, lo que se dice putas.
 

Te puede interesar