Opinión

El desayuno nacional

Somos los españoles un pueblo de modales imprevistos al que le gusta más que nada en el mundo comerse crudo para desayunar a uno de sus hijos, da lo mismo a qué casta y pensamiento pertenezca. La delirante trayectoria de este país nuestro que ha acabado con la vida, la obra y la fama de tantos y tantos ciudadanos ilustres a los que ha sometido a un sistemático procedimiento de acoso y derribo por el mero  placer de hacerlo, proclama esa condición cainita que nos distingue y que ha causado tantas injusticia y ha acabado con tantas personas buenas a lo largo y ancho de los siglos. La lista de aquellos despellejados sin el más elemental miramiento y sin que surgiera respuesta alguna para evitarlo es larga y apretada, y la conciencia de cada uno está sin embargo   tan al corriente de estas tropelías históricas que no hace falta mentar nombre porque están en la memoria de todos y todos nos los sabemos y, por tato, tenemos responsabilidad e intervención en la tácita tolerancia siglo a siglo de estos atroces comportamientos.
Esa crueldad que nos distingue y que me venía a mí a la mente como espectador de una obra de Enrique Jardiel Poncela –uno de los casos más vergonzosos y denigrantes de olvido culpable y crueldad extrema para con su honra y su memoria- tiene acomodo incluso en hechos pequeños. La ceremonia de entrega del Oscar se ha clausurado este año mediante un episodio delirante que resulta más ridículo aún cada vez que se repite su desarrollo y que, naturalmente, es impropio de un acto solemne que pretendidamente corresponde a la cumbre del prestigio y el encanto cinematográfico. Como todos ustedes sabrán, la veterana pareja formada por Warren Beatty y Faye Dunaway  recibió un sobre confundido y atribuyó a “La La Land” el premio a la mejor película que en realidad era “Moonlight” y la función terminó con un caos generalizado en el escenario. Pero la situación no pasó a mayores porque el país no está habituado a hacer sangre de los que meten la pata. Se aprende para otra y en paz.
Me imagino la que se hubiera organizado en el nuestro si esto pasa. Se pedirían cabezas, se escribirían horrores, se condenaría a inocentes y culpables. En definitiva, nos comportaríamos como siempre nos comportamos. Saturno devorando a sus hijos como pintaba don Paco Goya que de eso sabía un rato.

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