Opinión

De tal palo tal astilla

Los historiadores imparciales que han estudiado el criminal fenómeno de ETA coinciden mayoritariamente en determinar el punto de partida de esta banda asesina en los inicios de la causa carlista. Se trata pues de un movimiento dinástico que defendía los argumentos del infante Carlos María Isidro de Borbón para convertirse en rey de España a la muerte de su hermano Fernando VII. El escenario dispuesto por el testamento del monarca fallecido dio paso a una larga y sangrienta triple guerra civil que se prolongo durante medio siglo -entre 1830 y 1880 aproximadamente- un periodo de tiempo prácticamente igual al que ha trascurrido entre el primer asesinato llevado a cabo por los etarras y esta misiva entregada a los diarios amigos en los que la banda anuncia su disolución definitiva. 
El movimiento no solo hizo patente su apuesta por la legitimidad de Carlos de Borbón, sino que se inspiró en un ideario ultraconservador e involucionista capaz de prender en sociedades con predominio del campesinado rico, de endogamia feroz y profundo y acendrado catolicismo. El País Vasco, Cataluña y parte de Aragón y Valencia fueron desde el primer día sus refugios naturales. Los historiadores suponen por tanto que ETA nació en las sacristías, engordando y consolidándose entre la burguesía ostentosa y pueblerina y el convento. Dice la historia que el pretendiente nombró capitana generala de sus ejércitos a la Santísima Virgen y que la carlistada acudía a la batalla con el estandarte de María Madre de Dios como primer detente.
Este extraño pozo sin fondo de creencias que partiendo de Dios y los fueros viejos, y pasando por Sabino Arana y sus teorías sobre la supremacía patente en la raza del vizcaíno, han ido esculpiendo la confusa figura del combatiente vasco, que lo mismo se manifestó como gudari defendiendo a la itinerante República que como requeté de boina roja y aspa de San Andrés nutriendo las filas de la Falange y marchando más tarde a la División Azul mandada por Muñoz Grandes para defender el nazismo. Católicos de regla y catecismo, monárquicos apostólicos deudores de una causa perdida, tradicionalistas de aurresku y cesta punta, defensores a ultranza de fueros y privilegios, burgueses republicanos de mucho dinero y carne de exilio…
Reconocer hoy que la banda terrorista ETA es fruto de un conglomerado de vicisitudes y tendencias ideológicas ninguna de ellas como para sentir orgullo parece el necesario principio. ETA se rinde, pero es mezquina hasta en su rendición. Distingue muertos buenos y muertos malos. Pura vileza, muy acorde con sus caóticos orígenes.  

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