Opinión

La Cultura ofrecida

Es el nuestro un país culturalmente muy poco ejemplar y desde luego imperfecto y es quizá por eso por lo que la Cultura manejada por la oficialidad se le cuela por todas las ranuras como si los españoles no pudiéramos agenciárnosla por la vía individual en respuesta a  nuestro deseo de saber y fiada a la gestión de nosotros mismos, y tuviéramos que alimentarnos de lo que se nos ofrece de la mano de las instituciones. Y es ahí donde siempre se genera el conflicto.
A mí, los ministerios, los gabinetes, las instancias o las concejalías, que se manejan en los terrenos de la Cultura siempre me han inspirado desconfianza porque desarrollan una vocación manipuladora que les sale por todos los poros. La Cultura que se desprende de cualquiera de ellos es producto de una gestión habitualmente partidista y está en relación directa con la opción ideológica que cada una de estas instituciones defiende que es tanto como decir  la opción política a la que cada cual pertenece. Y así no hay manera. Hace apenas unas horas, la alcaldesa de Madrid se ha visto en la obligación de convocar una apresurada rueda de prensa para anunciar la destitución de Celia Mayer su concejal de Cultura porque la responsable de la gestión de este departamento está tan concienciada en lo suyo que no  para de administrarlo en virtud de su particular pensamiento y ha metido a la alcaldesa en unos líos tremendos, desde los titiriteros que hacía apología del terrorismo hasta el tratamiento de las salas de Matadero, de los desastres en la gestión del cambio de nombres del callejero de la Villa hasta una cabalgata de Reyes que coqueteó abiertamente con el esperpento. Carmena se ha hartado de apagar fuegos –recordemos que el primer elegido para esta gestión fue Guillermo Zapata que duró dos días justos antes de dimitir cuando se descubrieron sus famosos tuits ofensivos- y ha decidido hacerse cargo personalmente del departamento.
Es un ejemplo inmediato y desde luego no único de la manipulación bochornosa a la que los partidos políticos y sus representantes someten a la Cultura en cuanto ésta deja de volar libremente, se oficializa y por tanto, se retuerce y se manipula hasta llevar un patrimonio que debería ser universal, compartido y sin custodias, a su propio cesto. Temblemos entonces porque hagamos lo que hagamos, nos darán gato por liebre.

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