Opinión

Cuestiones de protocolo

Como  a todos los meridionales, la puesta en escena de la política parlamentaria británica me sorprende. Las imágenes que nos llegan de las sesiones de las cámaras nos ofrecen una panorámica francamente chocante porque a la vista de ese escenario uno sospecha  que así no hay manera de mantener un debate. El gobierno y la muy leal oposición se apretujan en torno a una mesa llena de  cachivaches aparentemente inútiles y los parlamentarios están tan cerca unos de otros -especialmente en el sillón corrido de primera fila- que el otro día observe que uno de los diputados con asiento en el extremo de la bancada corría peligro cierto de caerse al suelo. Todo parece estar dispuesto en el salón recibidor de una casa cualquiera, no hay micrófonos a la vista para ampliar el sonido de las intervenciones, y todos los representantes del pueblo soberano incluyendo la primera ministra están tan comprimidos e incómodos en sus correspondientes escaños que estoy por apostar que es mucho más confortable debatir en el metro de Londres que en su Parlamento.
Pero quizá lo más llamativo es el protocolo por el que se vale el premier para anunciar hechos sobresalientes a la nación porque el anuncio se hace en la vía pública. Ayer, la señora May expresó su deseo de adelantar las elecciones al día 8 de junio apelando a la necesidad de que las urnas refrenden su autoridad política como coordinadora de un proceso complicado y necesario de sustento y fortaleza sobre todo si se tiene en cuenta que ella hizo campaña en contra del Brexit. Pero de lo que se trata aquí no es de la necesidad o no de promover unos comicios antes de agotar la legislatura sino del método que se utiliza para explicarlo al pueblo. May en este caso o a quien le toque, sale a la puerta de su residencia en el 10 de Downing Street y anuncia sus decisiones en plena calle ante un cinturón de periodistas hacinados tras una baranda de cuerda. Así anunció Churchill la rendición alemana o así dieron sus respectivas y trascendentes decisiones McMillan, Harold Wilson, Heath, Thatcher, Blair y naturalmente David Cameron cuando hubo de reconocer que había sido derrotado en un referéndum que no tocaba y que se marchaba a su casa a criar crisantemos. Los del sur sentimos una atracción enferma por los métodos que usan los norteños por muy  atrabiliarios que sean estos.

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