Opinión

Cuando vuelva septiembre

El presidente del Gobierno se ha despedido hasta septiembre con una comparecencia larga e intensa en la que, sin embargo, el gesto del presidente transmite una sensación de serenidad que hacía mucho no le asomaba al belfo. A Mariano Rajoy no acaban de cogerle el tranquillo sus estetas –los mismos que le aconsejan teñirse el pelo y dejarse la barba cana lo que le otorga un visionado multicolor de dudoso efecto al que sin embargo nos hemos ido habituando- y no dan ni con el tono de su camisa ni con las franjas de la corbata. Sin embargo y a pesar de todo, los caminos por los que comienza a discurrir la economía tienen un efecto balsámico muy superior al que pueda partir del equipo asesor de la Moncloa que –para qué engañarse- no se ha apuntado muchos éxitos desde que el gallego se adentró en ella.
Rajoy se viene de vacaciones a su tierra con muchos de los deberes hechos y la percepción que le asoma al semblante de tomar unas merecidas vacaciones después de haber obtenido notables mejorías en los paisajes, incluyendo aquel que retrata a la mismísima Familia Real en cuya novedosa disposición me cuentan que ha tenido mucho que ver y en la que lleva trabajando desde el otoño pasado.
El presidente ha cerrado la agenda de estos días explicándole a Mas otra vez que no hay nada que hacer y que la legalidad no puede ser vulnerada, y se lleva el oído regalado con el cataclismo Pujol del que incluso Durán y Lleida ha dicho que no se puede ni trivializar ni minimizar y que aquel que suponga que este asunto tan turbio no va a pasar factura es que es tonto. De hecho, le ha llamado tonto a su jefe de filas y presidente de la Generalitat aunque no es la primera vez. Mas se aprieta en el gesto y tira por otra senda pero sabe de sobra que Durán le desprecia y que se va a buscar las lentejas por otra parte fuera de él en cuanto pueda.
Se abre agosto y Rajoy se marcha muy tranquilo y cómodo con lo que hay tras una de las comparecencias de prensa más larga y ancha de toda su existencia, una cita en la que no ha orillado nada ni ha puesto condiciones, lo que quiere decir que se va contento. Me da que tiene razones para estarlo aunque esto es como el fútbol. Todo está en función de que la pelotita entre.

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