Opinión

Cosas de familia

Hasta donde yo sé, Jordi Pujol Ferrusola es el primer personaje de la élite catalana que ha ingresado en prisión lo que produce una cierta extrañeza sabiendo como sabemos que la investigación judicial que tiene como objetivo determinar las responsabilidades de toda la familia del ex presiente de la Generalitat en un largo rosario de actividades económicas y financieras se inició hace cinco años. En ese periodo de tiempo, los investigadores han detectado posibles delitos de blanqueo, cohecho, estafa, apropiación indebida, malversación y fraude fiscal, pero el tiempo ha ido corriendo y ninguno de los Pujol ingresaba en prisión a pesar de las múltiples evidencias sobre sus más que dudosos comportamientos financeros. En este ámbito de golfería y corrupción que ha saqueado las cuentas del país, han caído servidores públicos y militantes de partidos políticos en Valencia, algunos en Andalucía, un nutrido grupo de ellos en tres operaciones desarrolladas en Madrid, pero no había manera de poner en remojo al clan catalán. Ni los Pujol -que parecen los Dalton de los tebeos con la mamá en cabeza blandiendo un Winchester del 73- ni los saqueadores del Liceu, ni los especuladores de Banca Catalana, ni el timo del barrio del Example ni ningún otro. Siempre que se ha puesto en duda la honorabilidad de la clase política catalana la respuesta ha sido la misma. Los tribunales de Justicia mesetarios arremetían contra la soberanía de Cataluña como si considerar que en Cataluña hubiera corruptos fuera cosa de una conjura política como se han empeñado en  defender personajes tan turbios y sospechosos como Artur Mas al que el cerco se le estrecha. A estas horas en las que escribo, la unidad de delitos monetarios de la Policía Nacional procede por orden judicial al registro de las viviendas y despachos del ex presidente de la Generalitat. No lo hacen los Moços de Esquadra sino policías nacionales. Sospecho que por si acaso. Ya saben ustedes que al diputado-cantante Lluis Llach, su condición de exiliado político durante el franquismo le faculta para amenazar  de sanción a los funcionarios que  no cumplan con los deseos secesionistas y la Policía Autónoma catalana está sometida con carácter permanente a una presión insostenible. Puijdemont se ha ido a comer con Lluis Llach para darle cariño.
A mí ya no me llega el entendimiento para mayor capacidad de sorpresa. Y de vergüenza también… 
 

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