Opinión

Contra la propia causa

El marino vigués Casto Méndez Núñez, obtuvo destino en Filipinas durante sus primeros años de carrera militar. Joven y arrojado, dio muestras de valor a toda prueba durante las campañas para combatir la piratería  en Mindanao,  peleando a brazo partido y en primera línea contra aquellos filibusteros musulmanes de crueldad extrema, misiones que compartió con otro oficial igualmente valeroso llamado José Malcampo, junto al que fundó, en 1856, la primera logia masónica del archipiélago. De hecho, el almirante Malcampo volvió a Filipinas veinte años después, convertido en gobernador general de esa plaza, y uno de sus primeros decretos consistió en reagrupar cuatro barrios de la zona de Cavite en torno a la ciudad de Gahitán, enclave que bautizó de nuevo como Méndez Núñez Town en honor y recuerdo de su viejo camarada desgraciadamente fallecido prematuramente y en circunstancias no del todo aclaradas en el verano de 1869, recién regresado de la campaña  del Callao donde respondió a la amenaza del comodoro Rodgers con su histórica frase: “España, la reina y yo, señor, preferimos honor sin barcos a barcos sin honra”
Paradójicamente, el antiguo masón Malcampo se convirtió en su condición de Capitán general y Gobernador de la colonia, en un implacable perseguidor de los masones, y hostigó con saña a aquellos componentes de la logia Primera Luz Filipina que él mismo había fundado junto a su querido camarada de armas. Su caso, el de quien por diferentes circunstancias se convierte en enemigo de su propia causa, no es nuevo ni desgraciadamente se ha corregido con la evolución humana. Un voluminoso libro del periodista francés Frédéric Martel editado tras cuatro años de investigación, desgrana su certeza de que la Iglesia católica está hoy en manos de un clero mayoritariamente homosexual aunque no sea necesariamente sexualmente activo. Y que esa condición compartida potencia paradójicamente la virulenta postura   eclesiástica contra la homosexualidad por numerosas razones que él mismo analiza. El escritor dice que no hay conexión alguna entre homosexualidad y acoso y que más del 80% de las víctimas de esta lacra son mujeres. Salvo en la Iglesia, donde el 90% de estos delitos implican agresiones contra varones. Niños, adolescentes y jóvenes muchos de ellos seminaristas.
Sin que nada tenga que ver, hay historiadores que sospechan que Méndez Núñez  fue un homosexual reprimido secretamente torturado por ello. Y además, militar. Un drama.

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