Opinión

Con o sin socialdemocracia

Llega Pedro Sánchez en brazos de una relativa sorpresa para ocuparse de regir los destinos del PSOE y lo hace en un momento especialmente delicado porque tendrá que gobernar el socialismo españolen los momentos más delicados de la omnipresente tendencia socialista en la Europa desde la posguerra hasta ahora que todos hemos aceptado en llamar la socialdemocracia. Sánchez, en el caso de que esta sea su tendencia que tampoco está eso muy claro, va a ser el único líder del socialismo europeo que puede esgrimir una relativa tendencia al alza y en esa situación viene a liderar el partido tras unas primarias en las que ha fracasado Susana Díaz y en las que Patxi López se ha limitado a dar testimonio de su propia existencia aplicándose el papel de mediador y asumiendo la imagen del más sensato, ponderado y sabio de la clase. No le ha servido para nada como muy bien se desprende del estudio de los resultados electorales.
Pedro Sánchez era un socialdemócrata en sus primeras apariciones en el escenario político nacional o al menos esa apariencia daba. Su discurso era un discurso pragmático y trufado de aromas paneuropeos muy en sintonía con su apariencia de apuesto y refinado joven liberal y bien formado. Había concluido sus estudios de Ciencias Económicas tras su paso por la Universidad del Escorial y había  pasado algunas de sus experiencias profesionales posteriores en foros europeos y en tareas que no han sido enteramente especificadas, de lo que se infería claramente que aquel estupendo ejemplar de  socialista de última generación con una amplia sonrisa y más de un metro noventa de estatura lo tenía todo para encarnar los ideales de la nueva hornada. Paradójicamente  la segunda venida de Pedro Sánchez tiene poco que ver con su aparición primera. Llega ahora como adalid de los socialistas desclasados, azote de la vieja guardia y caudillo de la radicalización del partido. Promete metralla a manos llenas y desea desmarcarse del discurso conciliador así que vamos a apretarnos los cinturones para asistir a un nuevo modelo de socialismo que probablemente tratará de desvincular de esa vieja socialdemocracia que ya ha volado por los aires en Italia y en Grecia, que se precipita a la baja en Holanda, Alemania y Francia, que aguanta con lo puesto en Portugal y que ha perdido hasta la camiseta en España si bien las pérdidas más recientes le tienen a él mismo como protagonista. Y es que una cosa es lo que vota la militancia y otra lo que vota España.

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