Opinión

Como siempre, el mensajero

Como era de suponer, Moncloa ha cerrado a blancas el extraño caso de la tesis doctoral del presidente Sánchez pero, como también es de suponer, las cosas que mal se cierran brotan de nuevo. Sánchez ha pasado al contrataque una vez  aplicada una prueba en absoluto concluyente, convocando  a los medios de comunicación a los que el entorno presidencia ha amenazado con una lluvia de querellas si no retiran aquellos conceptos que cuestionan el trabajo respaldando una campaña que parte, huelga decirlo, del PP y Ciudadanos. Un contubernio de la derecha reaccionaria, como siempre. 
Liarse la manta a la cabeza y anunciar una batería de acciones judiciales contra un sector crítico de la prensa es, además de una temeridad que puede complicar las cosas a Sánchez más de lo que ya están a esta ahora, una estupidez que pone en evidencia su fragilidad y sus dudas. La caja de pandora está abierta y fue el propio partido socialista quien eligió seguir este camino, probablemente justo y necesario, pero tan peligroso como la trayectoria del boomerang. Comprobar la legalidad de los méritos que se atribuyen aquellos que nos gobiernan es un acto que honra a los medios que han ejercido este derecho. Por desgracia, una vez en el poder, lo que antes era sano y admirable ahora ya no lo es porque cuesta habituarse a que la trasparencia afecte a todos. Y esa transparencia que debe auspiciarse más si cabe desde las instancias del Gobierno, está completamente reñida con la infame costumbre de decapitar al mensajero que ha optado Sánchez, al que le ha sentado muy mal esta situación y ha puesto en marcha un compendio de intimidaciones en el que ha asumido un papel destacado la ministra portavoz Isabel Celaá a la que, francamente, no se paga para eso.
En todo caso, a Sánchez lo que se le exige es que explique cómo se puede hacer una tesis en un año y medio cuando lo normal es tardar seis, y cómo se compagina ese esfuerzo investigador con su propio trabajo de profesor en la misma universidad que se lo concede ejerciendo además y al tiempo como diputado en el Congreso. Se duda de la competencia del tribunal, de la calidad del trabajo y de la concesión del “cum laude” que es mucha nota para poco texto. Y la duda no es razonable.

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