Opinión

¿Cincuenta años no son nada?

Desgraciadamente para los que cumplimos más años de los que permite la buena educación, muchas de las cosas que valieron la pena y cambiaron la mentalidad del mundo están a una distancia de cincuenta años y por eso las nuevas generaciones se asoman a una cadena casi interminable de cincuentenarios que apenas comprenden y que observan con tanta curiosidad como ignorancia. Cualquier referencia a los viejos y buenos tiempos está de cincuenta cumpleaños se mire por donde se mire, así que si uno hace lo que yo estoy haciendo en estos precisos momentos -escucho mientras escribo, el primer álbum editado por la banda neoyorquina Lovin’ Spoonfull que fundó John Sebastian- está celebrando la cincuentena, por ejemplo, de canciones que le hicieron (me) hicieron grandemente feliz.
La Europa del siglo XXI y la Francia que de ella forma parte y otra vez muy importante, celebra estos días el medio siglo de la revolución estudiantil que se conoció como el “Mayo francés”. Un grupo de estudiantes parisinos de carácter libertario asaltaron la calle para obligar a que las autoridades educativas evolucionaran en su concepción de la enseñanza. La revuelta prendió con inusitada voracidad en una gran parte de la sociedad francesa del tiempo, movilizó a más estudiantes, a obreros, a organizaciones sindicales y a los partidos de izquierda, y lo que en un principio fue una algarada local pidiendo diálogo y más participación juvenil terminó en la mayor huelga general de la historia de Francia, una masiva protesta popular que a punto estuvo de llevarse por delante el Gobierno del general De Gaulle. Eso pasó amigo, Daniel Cohn Bendit tiene hoy setenta y tres años, ha mandado a paseo el anarquismo y milita en movimientos ecologistas, una deriva clásica entre los que formaron aquel embrión en la universidad de Nanterre que marcó una nueva era en el comportamiento juvenil con poderosas extensiones en Alemania, España, Italia  y los Estados Unidos (John Sebastian, al que sigo recordando con inmensa gratitud mientras le doy a las teclas, fue uno de los más honestos representantes de estos movimientos en campus y escenarios  norteamericanos).
Cincuenta años más tarde, aquellos herederos de la dramática Comuna de 1871 que el general McMahon disolvió a golpe de fusilamientos masivos, son por tanto fotografías que amarillean y venerables recuerdos de medio siglo atrás. Pero algo queda sin duda. Emmanuel Macron, naturalmente, no había nacido cuando los estudiantes se echaron a la calle -su mujer paradójicamente, sí- pero lleva la huella de la grandeza y el progreso que aquellos chicos reivindicaron en el 68. Los jóvenes, al poder.

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