Opinión

De la carne y el pecado

La foto ha dado la vuelta al mundo y no es para menos porque representa la primera instantánea explícita de un prelado proclamando lo que hemos dado en denominar con un eufemismo no exento de humor, “la salida del armario”. Por tanto, la elegante figura del eminente teólogo Krzysztof Charamsa de 43 años, adscrito a la Congregación para la Doctrina de la Fe –se trata de la versión renovada y actual del antiguo y terrorífico Santo Oficio- se ha convertido en un símbolo pionero y de un profundo significado.
El sacerdote polaco se mostraba tierno y cariñoso con su compañero, apoyando la cabeza en el hombro de este discreto joven catalán llamado Eduard con el que ahora sabemos comparte su vida. Y en esa actitud ha denunciado la intolerancia con la que el Vaticano responde a casos como el suyo. Es evidente por tanto que no es el único y que la homosexualidad –oculta y reprimida por el momento en el ámbito vaticano- trascurre soterrada en la actividad afectiva del colectivo religioso, una sospecha que siempre ha estado presente y que ahora se muestra sin tapujos por lo que hay que reconocer que monseñor Charamsa ha tenido un par de bemoles y que su vida cotidiana de homosexual emparejado y en la clandestinidad debía generarle una tortura interior imposible de soportar por más tiempo. Al final, ha estallado.
Entendiéndole por completo, existe sin embargo una cuestión sobre la que convendría reflexionar porque una cosa es la tendencia sexual de los religiosos y religiosas de la Iglesia católica y otra muy distinta la observancia. Su voto de castidad, reconocido en la doctrina y necesario de respetar si uno pretende servir a Dios desde la obligación de sus preceptos. El prelado polaco se ha manifestado en compañía de su pareja y en la Iglesia católica esa actitud no está permitida ni para los que son homosexuales ni para los que son heterosexuales. En mi opinión, la Iglesia debería revisar sus cláusulas sobre el celibato y permitir a sus ministros vivir emparejados y formar una familia en paz con Dios y sus semejantes. Pero mientras ello no llega, el grave problema de este cura pionero no es únicamente su tenencia afectiva sino la quiebra de un voto tan trascendente en el ideario vaticano como el rechazo de la carne. Que es débil, como todo el mundo sabe.
 

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