Opinión

Carlista del XXI

Aunque parezca un contrasentido, en la gestión del protocolo que conduce a la disolución de ETA quienes menos pitos tienen que tocar son los propios miembros de la derrotada banda terrorista. ETA no se rinde porque  comprende que le ha llegado su hora y que seguir adelante con unas ideas absurdas y obsoletas que no tienen cabida en el mundo en el que vivimos son un contrasentido. Ni siquiera se entrega por el mero placer de rendirse sino porque está cercada, desarticulada, sin respaldo, sin refugio, desterrada de todos los sitios, desmembrada y aborrecida. La mayor parte de sus integrantes está en la cárcel, muchos han muerto, otros están enfermos o huidos, algunos ni siquiera creen en las ideas que sustentaron la propuesta ideológica de la banda, otros desean vivir en relativa paz lo que les quede de vida. Están solos, tristes, sin apego, sin aliados, sin amigos. Viven en un País Vasco que ya no es el suyo. Una Euskadi que sueña en campos de golf, en museos, en gastronomía fina, en pactos políticos que garanticen gobernabilidad. En calidad de vida…
Acabo de saber que el Vaticano ha mandado a alguno de los suyos a testificar el proceso y que estos curas que vienen de parte de Francisco han llegado sin que los dignatarios eclesiásticos vascos supieran una palabra de su presencia porque nadie les consultó ni les dio información al respecto. No es de extrañar. Sospecho que los asesores del Papa le han contado como ETA nació de la herencia carlista de toda la vida, se fraguó en las sacristías y nadie le ha tocado un pelo a un cura vasco en el medio siglo largo que ETA ha matando a diestro y siniestro.
La banda jamás ha tenido vergüenza ni siquiera  algún principio. Por eso desea montar un circo en su despedida y amaga con su disolución como si tuviera posibilidad de ello. Herederos del carlismo histórico y apostólico de detente-bala y boina colorada, sueñan los etarras con representar un abrazo de Vergara  como aquel que acabó con la primera de las guerras civiles y que Espartero consintió en  protagonizar con la colaboración del vencido Maroto para otorgar una salida digna a las rotas huestes del pretendiente. Desgraciadamente hubo dos más, no se olvide.
Pero no estamos en eso. Otegi es hoy una atracción de feria y hay mucho dolor que hay que enjugar. Por tanto, no cabe más que rendición incondicional y sin condiciones. Hay vencedores y hay vencidos.
 

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