Opinión

La calle será suya

Hace menos de una semana, Pablo Iglesias escenificó en Malasaña uno de sus conocidos y repetidos actos políticos a la intemperie que tanto contribuyeron a su absurdo y falaz  encumbramiento. Malasaña, calle y barrio madrileños recuerdo de una joven del lugar -paradójicamente hija de un panadero francés- que defendió su honra a tijeretazos contra dos soldados gabachos y mató y murió por ello, es hoy territorio comanche en el que Iglesias juega como local y es recibido con grandes parabienes. No tiene tanta suerte en el Hemiciclo, pero en el asfalto cañí de Malasaña se desempeña divinamente. Por eso, en ese acto proclamó que la calle sería suya y que, ante la amenaza de un gobierno de derechas, era lícito y necesario apelar a la violencia callejera y dicho y hecho. La estrategia se plasmó en la Universidad y un comando enviado por Podemos pisoteó y humilló a dos veteranos prohombres de la izquierda, Juan Luis Cebrián, presidente de Prisa y Felipe González, ideólogo de la cadena y ex presidente del Gobierno, que aspiraban allí a dar una conferencia. En lugar de que Saturno devorara a sus hijos fueron los hijos los que se comieron a Saturno porque, verá usted, la izquierda que representan Felipe y Juan Luis son “casta” y de la buena, a ojos podemitas.
Personalmente ninguno de los dos me produce conmiseración alguna porque están recogiendo la cosecha que han sembrado en su particular comportamiento. El diario de Cebrián nunca hasta ahora se ha puesto serio con esto y el  partido de González ha permitido situaciones descoyuntadas a la que ahora  no es fácil poner cancela. El desvarío del hoy oculto Pedro Sánchez y su obsesión por gobernar con su bien ganada minoría regaló poder político a manos llenas a estos vigilantes de la ortodoxia antifascista y les otorgó alcaldías a discreción sin calibrar con sensatez a quién se le daba esa responsabilidad y cuál era el impacto de semejante dispendio en la sufrida y olvidada ciudadanía.
Quienes carecen de educación democrática y suponen que es lícito saltarse las reglas actúan como los vándalos de la Universidad que son más fascistas que los fascistas porque nada hay más igual entre sí que una dictadura de izquierdas y una de derechas. No olviden sin embargo que la calle será suya pero la democracia es nuestra.
 

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