Opinión

Agresión en la red

El recelo que están generando en mi fatigada mentalidad de hombre del siglo XX las redes sociales solo es comparable a la que en su tiempo despertaban en la población adulta los vendedores de crecepelo. El ámbito sin mesura de este infinito espacio virtual es precisamente lo que crea en mi ánimo cada día más desconfianza y me parece cada vez más abierto a las indignidades. Comprendo que quizá pueda parecer injusto con este foro sin límites ni reglas, abierto a la libertad de cada uno, porque no es en si impugnable por si mismo e incluso parece muy probable que sea incluso un supremo descubrimiento, pero sí lo son los usos a los que una población con los índices de respeto y moralidad cada día más escasos le está sometiendo. Por eso ocurre el injustificable episodio de Barcelona en el que una panda de señoritos borrachos de Talavera de la Reina se fijan en una joven que espera esa noche el autobús para irse a casa mientras estos golfos que merodean deciden convertirla en una víctima del perverso juego. Uno de ellos hará la machada y los otros la filman con el teléfono. El sujeto se arranca brindando la suerte a sus amigotes y le pega una patada a la muchacha en las pantorrillas arrojándola al suelo y colgando la hazaña en el éter para que todo cristo le aplauda el lance y se ría de ella. Si ese es el empleo que un grupo de jóvenes de paseo por la gran ciudad y con ganas de juerga le otorgan a este descubrimiento, por mí que se detenga el tren que yo me apeo. El uso indebido e incluso criminal y repugnante de los foros del ciberespacio ya los conocemos y esa maldad no forma parte de la vida cotidiana. Lo más alarmante y brutal es que la red está llena de estos comportamientos domésticos injustificados y vejatorios que van desde una paliza colegial a un conductor suicida que se graba a sí mismo al volante a doscientos kilómetros por hora mientras silba un éxito de moda y se jacta de su demencia. Hemos visto jóvenes fascistas quemando en el interior de un cajero a un indigente y ahora este majadero atacando por la espalda a una chica indefensa y celebrando la gesta como si fuera un gol en un partido de los buenos. Esto se escapa de las manos.

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