Opinión

UE: No a Escocia

Mariano Rajoy ha advertido por fin en el Parlamento que se opondrá a que Escocia se integre en la UE si vota la independencia. Para reingresar necesitaría la el sí unánime de los actuales 28 miembros.
El aviso tendría que haberlo lanzado ya el 20 de marzo de 2013, cuando el ministro principal escocés, Alex Salmond, convocó el referéndum separatista garantizando que el territorio quedaría en la Unión Europea, creada para evitar los nacionalismos grandes y pequeños que provocaron las dos guerras mundiales del siglo XX.
La I Guerra se inició con el atentado de un nacionalista serbio y, después de la II Guerra del nacional-socialismo alemán, la atomización de Yugoslavia por los localismos provocó las terribles matanzas mutuas de 1991-2001.
En todos los casos los enfrentamientos comenzaban después de que algún partido nacionalista llamaba a la insumisión, como hace ahora ERC en Cataluña, un partido nacional y socialista.
Mariano Rajoy, como todas las autoridades de la UE, tendrían que haber advertido que separarse de la alianza de las naciones-estado que mantuvieron la paz entre ellas desde el final de la II Guerra Mundial privaría de la proteína económica a quien abandonara el club.
No lo hicieron por ese principio tan poco ético de no inmiscuirse en los asuntos internos de los demás países.
Y ese silencio le dio esperanzas al nacionalismo catalán, pero también al que renace en Bretaña, Córcega, Flandes, Irlanda del Norte, Gales, norte de Italia, y las minorías de distinto origen en Estonia, Letonia Eslovaquia, Vojvodina y el Banat.
En España, aparte de en Cataluña, País Vasco, Galicia, y hasta en Andalucía y ¡Asturias!, esas mentes separatistas deberían saber que de comer de Europa, nada, y que toda separación lleva al aislamiento y a la miseria.

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