Opinión

La supervivencia de la democracia

Felipe González aparece solemnemente en televisión con traje y corbata negros, muy avejentado y se dirige a la cámara entre hipos llorosos y la voz rota por el dolor para anunciar: “Españoles, el PSOE ha muerto”.
 “Ha quedado roto, con dos bandos que van a destruirse mutuamente tras 178 años de historia”.
 Y concluye, agonizante: “Todos esos momentos se perderán en el tiempo... como lágrimas en la lluvia. Es hora de morir”.
 Su imagen del replicante Roy Batty recordará las mejoras sociales que él mismo impulsó entre 1982 y 1996, y que no redujo el PP de Aznar desde 1996 y hasta 2004, que hábilmente se socialdemocratizó para dejar sin espacio al PSOE.
 Mantuvo también desde enero de 2012, a pesar de la crisis económica iniciada en 2008 bajo administración socialista, las leyes frentistas y la revolución de las costumbres que impulsó el Rodríguez Zapatero en sus dos mandatos, entre 2004 y final de 2011.
 Desde que en enero de 2012 volvió a gobernar el PP, ahí siguen las normas socialistas, pese a la promesa de derogarlas: la resucitada la guerra civil con la Memoria Histórica, el matrimonio homosexual, y la que encarcela al varón tras una denuncia sin pruebas de su pareja.
 Incluso Zapatero fue más del PP al aceptar en 2010 la austeridad de la UE y reformar la Constitución para limitar la deuda pública.
 Sanidad, educación y pensiones siguen como con los socialistas mientras disminuye el paro rápidamente.
 Dividido y embuchado entre Ciudadanos y Podemos, sólo podría atenuar la agonía un replicante del Felipe González que resucitó al PSOE en la Transición.
 Como en Francia, Italia, Grecia o Reino Unido, no hay nadie parecido, sólo unos lenguaraces; uno se contonea por la playa en tanga maldiciendo a Rajoy.

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