Opinión

Separatismo acelerado

El gran mantra de los apaciguadores ante la insumisión de las autoridades catalanas a la Constitución que impide convoquen un referéndum separatista es que gran parte de la población de esa Comunidad desea votar, y que no hacerle concesiones creará más independentistas.
 Hace una década los catalanes que querían separarse de España rondaban el diez por ciento, hace dos años no eran ni el treinta por ciento, y ahora, al parecer, superan ya el cincuenta, lo que hace pensar en una aceleración de sentimientos poco o nada meditada, producto de una campaña de propaganda tóxica.
 Las generaciones sí pueden cambiar de pensamiento en temas fundamentales de la organización de un Estado, y la ruptura de una nación democrática sólo debería tolerarse después de que dos generaciones diferentes, a unos 25-30 años de distancia, eligieran la opción separatista.
 Destruir un Estado multicentenario y con una democracia estable no puede obedecer a una elección ceñida a las emociones temporales, que sí sirven para cambiar gobiernos cada cuatro años.
 Las pasiones por la inmediatez en los cambios trascendentales traen revoluciones, dictaduras y guerras, y el ejemplo más perecido de lo que se vive ahora en Cataluña está en el ascenso igualmente rápido del nazismo en Alemania, propulsado por las emociones exacerbadas con una diabólica maquinaria de propaganda.
 En dos años, entre 1932 y 1933, gran parte del pueblo alemán, inflamado por la propaganda de Hitler y Goebbels, se entregó al patriotismo loco contra las humillaciones impuestas por los aliados tras la I Guerra Mundial, igual que se inflama a los catalanes presentándolos como víctimas de las humillaciones del resto de los españoles ¡desde 1714!
 En estados súbitos y gravísimamente febriles se introduce al enfermo en agua helada para evitar su muerte, no en bonitas palabras.

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