Opinión

Salvar el barco España

Hace muchos años, cuando era marino, este cronista navegaba en un frutero de Guayaquil a Kioto, 8.000 millas y unos 22 días de mar, cuando el capitán ordenó entrar en la cola de un tifón: empujados, ganaríamos tiempo y el armador ahorrarían fletes.
 Pedro el huracán cambió de rumbo y nos engulló. Durante una semana mil veces pensamos que íbamos a pique y moriríamos, y el capitán, acobardado, se escondió en su camarote. No salió hasta Kioto: el barco lo llevamos unos oficialillos y la marinería.
 Ganamos dos días y el armador premió al capitán con un voluminoso sobre con dólares.
 Se puede detestar a Mariano Rajoy como al capitán que se metió irresponsablemente en el tifón catalán, en lugar de sortearlo con inteligencia, y que una vez dentro se escondió atemorizado.
 Estamos en un barco llamado España, tenemos un tifón y una tremenda vía de agua. Unos alocados estibadores catalanes almacenaron secretamente una carga explosiva, que se desplazó, estalló y destrozó parte del casco bajo la línea de flotación.
 Hay que salvar la vida logrando que el barco no se hunda bajo este huracán. Y no se puede contar con los que estibaron la carga, los independentistas, que están borrachos metidos en un bote salvavidas desfondado, ni con Podemos, que quiere agrandar el boquete porque lo suyo es el “¡Más madera!” de Marx, Groucho.
 Inesperadamente, por fin, reapareció el capitán a última hora. Pero los socialistas rechazaron este martes en el Parlamento proclamarle su apoyo, como solicitaba Ciudadanos. Le afean haberse escondido mientras ellos no observan que el tifón arrecia.
 Ahora hay que obedecerle y ayudarle para evitar hundirnos, también los socialistas de este Pedro Sánchez, delirante, mareado en su camarote.
 Y ya arreglaremos cuentas electorales con Rajoy.

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