Opinión

En qué momento nos corrompimos

Durante 35 años José Ángel Fernández Villa fue el santo laico de UGT, del que había sido el mayor dirigente minero, y al que van a juzgar ahora tras haberse acogido a la amnistía fiscal de 2012 para regularizar a su nombre 1,4 millones de euros sindicales y de fondos de apoyo a la minería asturiana.
 La cantidad supuestamente sustraída es mucho mayor, igual que la que la que pudo quedarse su compañero José Antonio Postigo, ex secretario de Acción Sindical, que como él incendiaba la indignación obrera en los mítines y las huelgas mineras.
 Muy pocas personas que no estuvieran implicadas en la dirección de los sindicatos mineros, sostenidos para que protestaran poco por la lenta extinción de su actividad, podrían creer que esa industria estaba trufada de corruptos que robaban las arcas públicas.
 Ahora vienen los jueces a señalar y desmitificar a aquellos héroes de los trabajadores, igual que persiguen a los políticos de toda ideología que administrando fondos públicos también se enriquecieron: ahí tenemos los casos Gürtel, Lezo, Palau, EREs y muchos más.
 Porque el corrupto surge cuando puede administrar dinero, no cuando está en la oposición y carece de esa prerrogativa.  Por eso, y recordando a Fernández Villa cuando levantaba masas denunciando corruptos anteriores, hay que desconfiar de quienes ahora son lo que ellos fueron en su día: férvidos defensores de la justicia y la equidad..., mientras no tengan a mano dinero público.
 ¿En qué momento nos hicimos corruptos? pensaría Zavalita si en lugar de estar en Lima al iniciar la Conversación en La Catedral, de Vargas Llosa, viviera en esta España en la que aparecen por todas partes políticos y sindicalistas corruptos.
 Zavalita se respondería: “Cuando evadimos el IVA por primera vez”.

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