Hace pocos días apareció en la prensa de todo el mundo una noticia escalofriante que mostraba la mala información sobre el terrorismo islamista que supuestamente posee el hombre más poderoso del mundo, Donald Trump.
Decía que en una conversación sobre la yihad hablaba de “last night in Sweden”, la pasada noche en Suecia, como si hubieran sufrido allí un atentado terrorista que no se había producido.
Todos los periodistas progresistas debemos denunciar la insolvencia de Trump para generar reacciones en su contra; así logramos que hasta un expresidente sueco y un exvicepresidente australiano preguntaron “qué se había fumado ese tipo”.
Bruce Bawer, un famoso periodista estadounidense gay víctima de la violenta homofobia islámica, investigó el origen de la noticia; no podía creerse que su presidente fuera tan torpe.
Descubrió que había pronunciado la frase, pero que se había adulterado en Facebook para presentarlo como incapaz; manipulación iniciada por Sewell Chan, un editor-jefe del New York Times, periódico al que Trump considera su gran enemigo.
Con el aval del periodista surgió la creciente bola informativa mundial sin que nadie analizara el contexto de la frase del parlanchín y precipitado político.
Bawer, que denunció la penetración mahometana aquí en uno de sus libros, “Mientras Europa duerme” (Gota a Gota), descubrió que la frase se refería a las tropelías de bandas de jóvenes musulmanes “last night in Sweden”. Había visto escenas y oído entrevistas a ciudadanos suecos en un programa de Tucker Carlson en Fox News señalando numerosos casos de graves agresiones y violaciones mantenidas en silencio por corrección política.
Trump es un personaje grosero, sí, pero cuando se descubre que se manipulan sus palabras o comentarios la gente lo cree mejor de lo que realmente es, y a la prensa la ve peor.
