Opinión

Cruz Roja sin cruces

Todo cambio social empieza con minorías que van ampliándose como las ondas en un estanque, por lo que no debe extrañar que pronto se imite en el resto del mundo la decisión de la Cruz Roja Belga de eliminar la cruz como signo distintivo para reafirmar “el secularismo de la organización”.
 La medida se tomó para “respetar nuestros principios sin hacer distinciones de religiones ni razas”, según uno de sus portavoces, André Rouffart, presidente de Cruz Roja en la ciudad valona de Verviers.
 Muchos de sus voluntarios y donantes cristianos rechazan este secularismo militante de la organización.
 El fundador, el suizo Henry Dunant (1828-1910), protestante que la creó con ayuda de amigos católicos, explicaba que la iniciativa obedecía al cristianismo de todos ellos, horrorizados en 1859 tras ver a tantos miles de muertos y heridos en la guerra austríaco-francesa-piamontesa.
 Buscaron un emblema fácil de identificar por todas las partes en conflictos armados del futuro y encontraron que era ideal la cruz con los colores invertidos de la bandera suiza, que procede de una cruz símbolo de los territorios cristianos.
 El imperio otomano creó en 1876 su propio emblema religioso, la Media Luna Roja, como adaptación a los países musulmanes.
 Ahora, mientras los países mahometanos aumentan su actividad y visibilidad religiosa, en los cristianos se extinguen las ondas propias al final de los estanques.
 Se protegen ya más las expresiones musulmanas que las propias; incluso se le cambia el nombre a muchas fiestas –Solsticio de Invierno por Navidad, por ejemplo—, mientras se apoya instituir el Ramadán como conmemoración nacional.
 Hay lugares en Cataluña o el País Vasco donde se elimina de los villancicos el nombre de Jesús, y en los Nacimientos se pone a un niño envuelto en banderas separatistas.

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