Opinión

Ciego amor comunista

Fernando Sabater acaba de descubrirnos el por qué en las democracias hay personas que se proclaman demócratas pero no lo son porque conociendo la inmensidad de sus crímenes aman a los líderes de los criminales regímenes comunistas
 Cuando el cronista fue a vivir como corresponsal en la República Popular China, había sido evangelizado sin demasiado éxito por los amantes de Mao Zedong y grandes popes del pensamiento de entonces, como Jean Paul Sarte.
 El antifranquismo y el antipinochetismo, además, eran una venda que impedía ver que el socialismo real, el comunismo, generaba criminales como ese Mao, Fidel Castro y a su mano multiasesina y sádica, el Che Guevara.
 Desde la izquierda comunista se creía que Stalin, denunciado por la propia URSS, era un caso anómalo en el igualitarismo feliz: los comunistas alegaban que la denuncia demostrada la bondad del régimen.
 La democracia española fue construida con aportes de numerosos izquierdistas que habían creído que Kruschev había exagerado en 1956 los genocidios de Stalin; descubierta la verdad mirando al futuro se adhirieron al PSOE.
 A unos les dolió abandonar el tono imperativo de los escritos de Stalin, y a otros la determinación poético-sanguinaria del “Libro Rojo” de Mao, muchas de cuyas máximas –se desconocía entonces- habían sido redactadas en español por Pepe Castedo, poeta revolucionario y comunista ferrolano exiliado en Pekín.
 Observemos las odas televisivas de los dirigentes de Podemos-IU dedicadas a Chávez, Maduro, e incluso a Stalin y Kim Jong-il: son como las de aquellos antecesores.
 Para Savater “Es imposible aceptar que estos creyentes ignoren la ineficacia teórica y la criminalidad práctica del comunismo. ¿Entonces...?”
 Entonces “Hay que rendirse a la evidencia. Ocurre que están enamorados y por tanto no ven lo que tienen ante los ojos: igualito que la Infanta”.

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